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El Cumpleaños De Jaime

Soy un padre separado a cargo de dos hijos en edad adolescente, Sara, que tiene 19 años y Jaime, de 18. Julia, mi mujer, decidió tras tres años de matrimonio que no servía para la vida en familia y nos abandonó. Desde entonces hemos vivido los tres solos.

Iba a ser el 18 cumpleaños de mi hijo Jaime, así que decidí alquilar una película porno, comprar unas cuantas cervezas y pasar con él una "noche para hombres". Jaime siempre había sido un poco introvertido, siempre estudiando para sacar buenas notas y muy tímido en su relación con las chicas. Pensé que aquella fiesta le despertaría un poco, le divertiría.

Llevábamos unos diez minutos viendo la película y acabábamos de tomarnos nuestra primera cerveza cuando Sara entró en la habitación. Inmediatamente me puse nervioso porque no sabía cómo iba a reaccionar ella al ver lo que estábamos viendo en la tele. Ella era del tipo de mujeres que considera una película porno machista e inmadura.

- ¿Puedo sentarme a ver la película? -dijo, para mi sorpresa. - Claro -contesté yo y se dejó caer en el sofá al lado de Jaime.

Durante las partes lentas de la película y sin que ellos me vieran, les miraba a los dos de reojo para ver cómo reaccionaban. Jaime estaba pegado a la tele. Estaba seguro de que era virgen y de que aquella era la primera vez que era testigo de un acto sexual. Estudiaba con atención todas y cada una de las escenas. Sin embargo, Sara parecía acostumbrada a aquello. Al contrario que Jaime, yo sabía que Sara era sexualmente activa porque llevaba pidiéndome que le comprase píldoras anticonceptivas desde los 16 años.

Conforme la película llegaba al final, Sara empezó a cambiar las piernas de posición durante las escenas más calientes. Se había tomado una cerveza con nosotros y me imagino que la película había empezado a excitarla. La cara de Jaime seguía cosida a la tele. La película también había tenido un efecto sobre él... El bulto que había en el interior de su pierna izquierda estaba creciendo a marchas forzadas. Sara estaba cada vez más inquieta y finalmente posó su mano sobre la pierna de Jaime. Esto le distrajo de la película durante un instante, dándose cuenta por primera vez de que su hermana estaba sentada a su lado. Inmediatamente su atención volvió a la pantalla, no queriendo perderse ni un momento de la acción.

Resueltamente, Sara deslizó hacia arriba su mano recorriendo la pierna de su hermano y agarró con firmeza el bulto de sus pantalones. Jaime saltó del asiento y se puso completamente recto. Miró a su hermana con la expresión de sobresalto más grande que he visto en mi vida. Ella simplemente le devolvió una mirada que decía "Te necesito" y una sonrisa traviesa, como si estuviese pensando "No tienes ni idea de lo que está a punto de pasarte."

Jaime me miró con perplejidad, sin decir nada. Estaba esperando que yo hiciese algo para detener a su hermana. Yo sólo me encogí de hombros y le eché una mirada como diciéndole "No puedo hacer nada en esto". Sorprendentemente, Sara se estaba comportando como si yo no estuviera en la habitación. Yo estaba sentado en una hamaca, separado del sofá en el que ellos dos estaban sentados. Aquello le daba a Sara el espacio suficiente como para sentir que estaban solos y a mí la distancia necesaria como para ver todo lo que hacían.

Jaime volvió a mirar a la cara de Sara. Sin apartar su mirada de la suya, ella tomó la mano derecha de su hermano y la colocó firmemente sobre una de sus tetas. Jaime entendió la indirecta y empezó a acariciarla suavemente, intentando medir su tamaño y firmeza a través del sujetador. Mientras él seguía mimando la teta de su hermana, ella continuaba frotando suavemente su hinchada polla.

- Ponte de pie delante de mí -dijo Sara, asiéndole un brazo a su hermano y ayudándole a levantarse.

Aquellas palabras me sacaron de lo que parecía un sueño. De repente me di cuenta de que estaba viendo a mi hija seduciendo a mi hijo. Por mi cabeza fluyeron sentimientos encontrados... aquello no estaba bien. Pero la película, la cerveza y las acciones de mi hija me habían puesto un poco cachondo, quería ver más. Decidí sentarme y ver qué pasaba.

Jaime estaba de pie y Sara le había colocado justo enfrente de ella. Sentada en el borde del sofá, mi hija le desabrochó los pantalones, deslizó sus dedos bajo la goma de sus calzoncillos y le bajó toda la ropa de un tirón. La polla de Jaime saltó hacia ella, apuntando directamente a su cara. Era blanca y suave, sin experiencia en los placeres del sexo. Sus huevos estaban claramente hinchados, probablemente por la película y por las caricias de Sara.

La película acabó. En la tele sólo había nieve y ruidos. No quise apagarla por miedo a que al hacerlo pudiese romper la cadena de acontecimientos entre mis dos hijos. Sara acarició la parte interna de los muslos de Jaime, con cuidado de no tocar su polla ni sus huevos. Estaba poniéndole cachondo, haciendo que sus pasiones afloraran. Mientras le hacía esto, su mirada no se apartaba de la joven polla que estaba delante de su cara, admirando su longitud y su grosor. Finalmente, su mano subió hasta los huevos y los acogió en ella. Jaime dejó escapar un gemido. Su polla se estremeció. Sara se dio cuenta de que no faltaba mucho para que su hermano se corriese, así que no perdió el tiempo. Agarrando firmemente la polla con su mano, la acarició un par de veces y se la metió en la boca. Jaime soltó otro gemido. Mi propio miembro estaba empezando a hincharse al imaginar lo que Jaime estaría sintiendo en aquel instante en que su polla estaba deslizándose por primera vez en una cálida y húmeda boca.

Sara le comía la polla a Jaime como toda una experta. La lamía de arriba a abajo, para luego metérsela completamente en la boca unas cuantas veces. Miraba hacia arriba, con los ojos clavados en los de su hermano y con una sonrisa en la cara al tiempo que su lengua aleteaba sobre su sensible glande. Cuando vi que los huevos de Jaime se pegaban el uno al otro, supe que estaba cerca del orgasmo. Jaime empezaba a parecer ansioso.

- ¡Cre.. cre... creo que deberías parar! -dijo con una voz rota y temblorosa.

Sara ignoró el ruego de su hermano mientras su cabeza seguía subiendo y bajando sobre su polla.

- Aaaahhhh... -gritó Jaime al tiempo que descargaba su semen en la garganta de su hermana.

Sara mantuvo el palpitante miembro en su boca todo el tiempo que éste estuvo escupiendo su cálida descarga en ella. La polla de Jaime encogió rápidamente y se deslizó fuera de la boca de Sara. Ella le dio un beso en la punta y Jaime cayó rendido en el sofá, con sus brazos y piernas totalmente extendidos.

- ¡Coño! -exclamó él mientras de su cada vez más arrugado miembro salían las últimas gotas de semen. - Ahora me toca a mí -dijo sonriendo Sara, poniéndose en pie.

Empezó a desabrocharse los botones de la blusa y rápidamente se la quitó, así como los pantalones vaqueros, quedándose solo con el sujetador y las bragas. Se quedó de pie unos instantes dándole tiempo a Jaime para que contemplase su cuerpo con todo detalle. Me di cuenta de que era la primera vez que veía a mi hija desnuda desde que era muy pequeña. Sara hacía atletismo en el colegio y estaba en muy buena forma. Su cuerpo estaba bronceado y parecía muy suave. Físicamente, estaba en la época perfecta para una mujer, ya que su cuerpo estaba adoptando las curvas de una mujer adulta, pero manteniendo la firmeza y el brillo de la juventud.

Estaba enfrente de Jaime, con las manos apoyadas en sus caderas. Lentamente, cruzó los brazos y deslizó las manos por todo su vientre. Sus manos recorrieron sus costados, con los brazos aún cruzados, hasta que llegaron a sus hombros. Esto hizo que sus tetas se apretasen la una con la otra, consiguiendo que dos increíbles globos de carne salieran por la parte superior de su sujetador. Descruzó los brazos a medida que deslizaba las manos por su cuello, por encima de sus orejas y a través del pelo. Estiró los brazos por encima de su cabeza, entrelazando los dedos, y luego se puso de puntillas, inclinándose ligeramente hacia adelante y arqueando la espalda. Aquella era una visión maravillosa. Su joven cuerpo estaba completamente estirado, sus piernas eran largas y delgadas, su culo apuntaba afuera y arriba, orgulloso, sus tetas sobresalían de su cuerpo, su vientre estaba hundido y su cabeza echada hacia atrás.

Jaime sólo miraba con la boca abierta. Mi polla empezó a hincharse de nuevo. Sara se quedó en aquella pose durante un instante, pero luego volvió a descansar sobre sus pies planos. Se bajó los tirantes del sujetador y se sujetó las copas de éste a la altura de sus tetas mientras sacaba los brazos por los tirantes. Tras una corta pausa, lentamente dejó caer las copas de su sujetador, dejando a la vista sus enormes tetas. Eran puntiagudas, abundantes y, a juzgar por su forma, duras como piedras. Los pequeños triángulos blancos de su bikini y sus brillantes y rosados pezones resaltaban como rótulos de neón contra su bien bronceado cuerpo. Sus pezones eran unos pequeños garbanzos rosados en la punta de sus tetas, como dos guindas en un helado.

Tras quitarse el sujetador, Sara empezó a frotarse la entrepierna. Se apretó las bragas contra su raja y tiró ligeramente de ellas para que la forma de su coño fuese claramente visible. Dándose la vuelta para quedarse de espaldas a Jaime, Sara se inclinó ligeramente hacia adelante, posó sus manos en sus caderas y luego deslizó sus pulgares bajo la goma de sus bragas. Lentamente, se las bajó dejando a la vista el mejor culo que he visto en mi vida. Cuando sus bragas llegaron al suelo, me di cuenta de que estaban húmedas.

La flácida polla de Jaime comenzó a moverse. Mi corazón latía a mil por hora. Sara se dio la vuelta, se inclinó sobre Jaime y apoyó sus manos en la espalda del sofá. Este movimiento dejó una de sus tetas justo en la cara de su hermano. Jaime no perdió el tiempo. Se metió en la boca aquella deliciosa teta y empezó a chuparla con locura, mientras masajeaba con vigor la otra. Aún de pie, Sara se abrió de piernas, haciendo que formasen una V vuelta del revés. Al ponerse en aquella posición, tuve la vista más asombrosa de su coño. Lo tenía depilado alrededor de la raja, dejando a la vista un suave y ligeramente coloreado monte de Venus. Sus labios, rosados y mojados, sobresalían de la raja.

Sara tomó la mano que estaba masajeando su teta y la guió hacia abajo, en dirección a su coño. Jaime tanteaba torpemente con la mano, sin saber exactamente qué hacer. Sara cogió uno de los dedos de su hermano y separó los labios de su coño con él. Luego lo acompaño hasta su clítoris y lo frotó durante un rato. Mientras hacía esto, sus caderas se balanceaban adelante y atrás, proporcionándome un maravilloso espectáculo. Soltó la mano de Jaime, dejando que fuera él el que siguiese, y cerró los ojos. Un dolor llenó mi polla al ver el dedo de Jaime abriendo la raja de su hermana y exponiendo así todo su agujero a mis ojos. Deseaba con todas mis fuerzas clavar mi larga y dura polla hasta lo más profundo de aquel dulce y joven coño y tuve que hacer uso de toda mi capacidad de autocontrol para poder seguir sentado.

Para entonces, Jaime ya tenía una erección completa de nuevo. Sara se arrodilló delante del sofá y se metió aquella palpitante polla en la boca. Una vez consiguió ponerla bien húmeda se levantó, se dio la vuelta y descendió sobre la verga de su hermano.

- Veamos qué es lo que has aprendido de la película -dijo Sara mientras empezaba a subir y bajar sobre la polla de Jaime.

Sus tetas saltaban juguetonamente y rebotaban arriba y abajo. Las manos de Jaime estaban sobre las caderas de su hermana, pero enseguida empezó a deslizarlas hacia arriba por sus costados hasta que cubrió sus tetas con ellas. Se sujetó a ellas como si fueran asideros. Mientras tanto, yo estaba embobado mirando el coño de Sara. Era hipnótico ver sus suaves y rosados labios deslizarse arriba y abajo por la virgen y blanca polla de Jaime. En seguida aquella polla estuvo brillante por los orgasmos de Sara. Ver aquello me puso realmente cachondo. Mi propio miembro latía aceleradamente y pugnaba por salir de mis pantalones. Estaba seguro de que iba a explotar de un momento a otro.

Por primera vez desde que todo aquello empezase, Sara me miró. Observando el enorme bulto de mis pantalones y la expresión de dolor en mi cara me hizo una seña para que me acercase a ella. Salté de mi silla y atravesé la habitación. En cuanto llegué a su lado, sacó una mano y empezó a acariciarme el bulto. A diferencia de Jaime, a mí no me hacía falta esperar a que nadie me desnudase. Rápidamente dejé caer mis pantalones liberando mi hinchada y palpitante polla. Los ojos de Sara se abrieron de asombro. Mi polla es mucho más grande que la de Jaime y mis huevos estaban hinchados tras ver todo aquel espectáculo.

Jaime me miró brevemente y me dedicó una extraña expresión. No tenía ni idea de lo que estaba pensando. De todas formas, no importó ya que rápidamente volvió a mirar el culo de su hermana rebotando arriba y abajo delante de él. Sara empezó a acariciar mi polla mientras seguía follándose a su hermano. Estaba ya a punto de soltar toda mi leche por encima de ella cuando, de repente, se detuvo. Jadeando por el esfuerzo, soltó mi polla y se echó hacia adelante. Se levantó hasta casi dejar salir la polla de Jaime de su coño, y entonces empezó a deslizarse arriba y abajo con pequeños movimientos sin dejar que le entrase del todo en la raja. Me imaginé qué era lo que estaba haciendo. Quería que Jaime pudiese ver su polla deslizándose dentro y fuera de su coño. Jaime se la estaba metiendo entera. Al ver aquello me convencí de algo que hacía rato que me rondaba por la cabeza. Mi hija era un gran polvo.

Sara se levantó y se puso a cuatro patas en el suelo con el culo hacia nosotros dos. Tras arquear la espalda para que su culo quedase apuntando hacia arriba, se separó los labios del coño dejando a la vista aquel agujero que pedía a gritos ser llenado. Mi frustrada polla se sacudió al ver aquello.

- ¡Acércate y métemela! -dijo Sara a Jaime.

Mi hijo caminó hacia ella con su joven y dura polla oscilando de un lado a otro. Se arrodilló detrás de su culo, se cogió la polla con una mano y la condujo al suave, cálido y húmedo agujero de su hermana. Al ver aquello, noté que mi leche estaba de nuevo a punto de salir disparada. ¡Cómo me gustaría que fuese mi polla la que estuviese metiéndose en aquel coño!

Jaime empezó a bombear con largas pero lentas embestidas al principio, pero eso fue hasta que cogió el ritmo. Sara me buscó con la vista y me hizo señas para que me pusiese delante de ella. Así lo hice y al llegar allí levantó la mirada y dio unas palmaditas al suelo que había justo debajo de ella.

- Túmbate aquí -me dijo.

Me senté delante de ella, pasando mis piernas por entre sus brazos para que quedasen justo debajo de su cuerpo. Me eché hacia atrás y me apoyé en los codos. Mi polla había quedado justo debajo de la cara de Sara. Empezó a chupar mi hinchado miembro mientras yo observaba a Jaime follándosela por detrás. Tenía los ojos cerrados y una expresión de intensidad en la cara. Estaba disfrutando de aquella cabalgada. Sara se sacó mi polla de la boca.

- ¡Fóllame con más fuerza! -le gritó a Jaime.

Jaime aumentó el ritmo de sus movimientos un poco más. Me moví un poco a la izquierda para poder ver más del cuerpo de Sara. Ella por su parte, seguía trabajando con mi polla.

- ¡Clávamela! -gritó Sara de nuevo- ¡Clava tu polla en mi coño!

Jaime se la metía con todas sus fuerzas. El culo de Sara temblaba a causa de los impactos y sus tetas oscilaban salvajemente.

Aquello era más de lo que yo podía aguantar. Los últimos años sin nada de sexo, la película porno, dos adolescentes follando... Mis huevos estaban a punto de soltar la mayor corrida de toda mi vida. No iba a poder soportarlo más. Me senté y cogí la cabeza de Sara entre mis manos al tiempo que sentía una increíble calidez brotando de mi interior.

- Aaahhh -gemí cuando mi polla explotó en su boca. - Mmmmph -fue el único y ahogado sonido que Sara pudo emitir mientras trataba de contener los chorros de semen que estaba lanzando mi polla en su garganta.

Vi cómo mi verga latía mientras seguía enviando su largamente esperado cargamento al interior de la ansiosa boca de mi hija. Me eché hacia atrás y cerré los ojos, saboreando la tranquilidad con que me había quedado tras aquella liberación. Pensé durante un instante en lo que había pasado en aquella habitación. ¿De veras Sara entendía mis necesidades? ¿Dónde había aprendido a hacer todo aquello?

Oí a Jaime soltar un grito mientras llevaba a cabo sus últimos movimientos. Su ritmo decayó rápidamente hasta que por fin se detuvo y cayó rendido sobre la espalda de Sara. Pensé en su caliente semen saliendo disparado en lo más profundo del dulce y joven coño de su hermana. Vaya un chaval con suerte. Aunque yo no me podía quejar, también había quedado satisfecho. Sara levantó la vista mirándome a los ojos y me dedicó una sonrisa traviesa.

- Feliz cumpleaños, hermanito -dijo pero sin dejar de mirarme.

En los meses que siguieron a nuestro pequeño episodio, no dijimos nada sobre él. Fue como si todos nosotros supiésemos interiormente que aquello había sido algo para una sola vez, algo que no íbamos a repetir jamás. Nuestras vidas han seguido prácticamente igual que antes excepto por una cosa... Jaime ya no es tan introvertido.

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