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El Hombre Dalmata

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El avión privado de mi dueña está apunto de hacer su aproximación a la pequeña pista de este sencillo aeropuerto. El cielo azul cristalino de este trópico se deja encandilar por los rayos del sol de la tarde. Este hace que la superficie blanca de la pista sea borrosa y brille generando un destello que a su vez anuncia la llegada de la avioneta a punto de aterrizar.

- La señorita Nagore estará aquí pronto, Tobi.

La voz de la ama de llaves Samira, narra lo que vemos.

Samira es una nativa de la isla que trabaja para mi dueña Nagore en la mansión de verano.

- Usted está deseoso de verla, ¿Verdad?

¿Gusto? . Por supuesto, pienso. Con la llegada de la señorita Nagore, la isla ganará mucha vida. Nagore posee la totalidad de 50.000 hectáreas de la isla. Técnicamente parte de la isla de Dumaran es de ella. Nunca ha habido ninguna intervención del gobierno filipino contra Nagore. Como se ha señalado, es propiedad privada de la realeza, como si ella fuera la reina. La heredera de una desaparecida monarquía.

El tren de aterrizaje se extiende y las solapas de las alas se recogen. Pronto se transforma en algo parecido a un ave acuática preparada para romper el espejo de la superficie de la pista, que con los rayos del sol parece un estanque. El canto de los neumáticos toca el suelo por fin.

Una pequeña mano morena tensa la correa enroscándosela así misma. El grueso collar de cuero me aprieta el cuello recordando lo perro obediente que soy de la mano de Samira. La correa pasa por una argolla en mi collar sobre mi nuca, pero esta no parte de allí. Esta sigue por mi arqueada espalda hasta llegar a al aro que envuelve la base de mis pelotas. Se que Samira me quiere arrodillado en posición mas sumisa sobre el suelo. Por ello estoy sobre mis rodillas y antebrazos sobre el suelo de la terminal. Por mucho tiempo he aprendido que la resistencia es inútil ... Me debo a una completa obediencia.... Ella me mira mientras tensa mas la correa....

- Buen chico.

La mano izquierda de Samira sostiene la cadena enroscada que pasa por la argolla de mi collar. Siento su puño ya tocando mi cuello casi. Y a veces da una leve caricia para avisarme de su aprobación de mi postura.

En su mano derecha lleva el palo de la obediencia, que no es mas que medio metro de largo de bambú envuelto en cuero, con un hilo delgado de piel colgando al final. De el he aprendido a temer su aplicación. La simple tira de seis pulgadas de cuero crudo puede quemar de forma intolerable cuando se utiliza para la corrección, particularmente en las zonas más sensibles de la anatomía masculina.

- Bonita y grande para la señorita Nagore, ....ahora!.

Samira baja su vara y utiliza la tira colgada para acariciar la parte inferior de mi pene. Con esto inicia el proceso de levantamiento.

Al estar completamente desnudo y obligado sobre las rodillas y los codos, la erección firme no tarda en cuanto pienso que pronto volveré a ver a mi dueña Nagore. Se que si viene con huéspedes, le gustará impresionarlos con mi nueva forma de vida como su mascota canina Tobi. Y sería muy importante mostrar mi devoción con un pene tieso. Samira lo sabe y me lo recuerda con esa vara.

- Quiero un pene gordo para la señorita Nagore!

Samira alienta con el bambú tocando y tocando hasta que mi libido da salpicones al suelo.

Todas las reservas relativas de mi ser hace mucho tiempo han sido expulsados de mi psique. Cuando Samira quiere una erección, yo debo darle una erección. Ella tira de la cadena delgada que va desde la parte posterior del collar de mi cuello, pasando por mi espina dorsal, siguiendo donde se pierde un poco por mi linea glutea, hasta conectarse a una anilla de metal que rodea la base de mi bolsa escrotal. Puedo oír campanas musicales que dan los cascabeles del aro en mis testículos en respuesta del movimiento. El sonido siempre trae una sonrisa a Samira cual se ríe con esa risa suave que la caracteriza. La visión de un hombre hispano tirado de una correa bajo su control la divierte constantemente. Siento la frustración de estar bajo su tutela, especialmente cuando me muestra frente a las personas de la terminal de este aeropuerto. Pero estos sentimientos de vergüenza me llevan a un peligroso terreno de rebeldía. Y no me gustará defraudar a mi dueña Nagore.

Una vez lograda una erección completa, separo mas mis rodillas para mostrar mejor mi pene alterado por los toques suaves del bambú de Samira. Se que pronto estaré gimiendo de alegría en cuanto mi dueña salga de su avión que ya está recibiendo la escalera para el descenso de los viajantes.

Samira tira de la cadena para avanzar hasta la puerta de llegadas. Mientras gateo orgulloso, y mi pene se arquea hasta mi vientre. Samira da por hecho mi erección. Aunque ella tiene derecho al conocimiento íntimo de mi anatomía, no lo comprueba visualmente y sigue andando. Yo la sigo tirado de esa cadena que levanta mis testículos tras mis nalgas a medida que tira de la correa.

La puerta corredera de la terminal se abre cerca de nosotros, y delante de nuestras narices vemos la pista . Samira se detiene y me tira de la correa para no seguir gateando mas. Está dispuesta a esperarla aquí.

La cabina de la avioneta está abierta y de ella sale radiante mi dueña Nagore Duval. Me estremezco en un escalofrío mientras ella se mete a la luz brillante del sol. Una mano elegante se eleva al ponerse unas gafas de sol que me decepciona porque cubre sus ojos azules que tanto adoro. Sin embargo su forma magnífica de belleza se me presenta cada vez mas cerca. Mi dueña lleva una amplia falda de algodón plisado blanco, una blusa de seda sin mangas adornado con un patrón de flores tropicales, y unas botas de piel beis claro de un fino tacón alto, a juego de un pequeño bolso del mismo material.

Con sus 32 años, la señorita Nagore es una de las mujeres más ricas del mundo. Pero no es su pulcritud y sus recursos financieros lo que me lleva a estar desnudo y bien llevado sobre una correa por su ama de llaves. Es su poder como mujer dominante el que hace que tenga la piel de gallina. Es su presencia que controla mi erección a su favor. Su belleza, no se. Estoy enamorado de su olor, aura y pensamiento. Su vida es mas importante que la mía. En su isla paradisíaca ella me controla y yo obedezco. Es demasiado tarde para mí echarme atrás. Mi destino está sellado. Soy su mascota, y me siento orgulloso.

- La señorita Nagore Duval!

Samira exclama.

La nativa es de plena confianza para mi dueña. Me adora como si también fuera su mascota. Ya bastante se ha divertido en el papel de ama y perro mientras mi dueña estaba de viaje.

¿Quien soy yo?. Pues ya vez... Conducido sobre una correa por una mujer que apenas tiene la capacidad intelectual para escribir su propio nombre. Cuando no está mi dueña ella me dirige a la educación canina. Así ha sido siempre durante años. Mi persona no existe y por lo tanto no tengo mas alma, que la mismas que cualquier perro.

Las mujeres filipinas de la isla pueden disfrutar de mi exposición. Desde que estoy a los cuidados de Samira. He sido manipulado y burlado por algunas nativas de la isla. Incluso tras nuestra hay dos niñas que ríen divertidas al verme de esta manera. Si embargo las mas maduras pasan de largo con una sonrisa. Ya todos me conocen como la mascota humana de la señorita Nagore.

No soy una novedad desde varios años. Esto a ellos no les afrenta, y poco les importa las manías y caprichos de mi dueña. Desde varios años esto se ha convertido en algo natural, y es de saber para todos, que la famosa señorita Nagore posee un esclavo como perro humano para su diversión.

La población es mínima. Estamos hablando de que los habitantes de la isla trabajan para mi dueña. Y calculo una centena entre hombres y mujeres. Todos ocupan diferentes oficios que puede ofrecer esta isla privada.

Por fin mi dueña se acerca a nosotros. Y no viene sola.... Esta anda acompañada.

- Hola, Samira. Tiene Tobi un aspecto muy bronceado...

Samira saluda de forma oriental bajando la cabeza.

- Tal como usted ha querido, señorita Nagore.

Los acompañantes esperan algo atrasados, y Nagore mas cerca, acerca su mano a mi rostro. Esto es una señal para lamer con entusiasmo su mano como mi señal de saludo. Se los lamo y juguetón toqueteo con la nariz sus preciosos dedos. No es necesario anunciar palabras. Mis cuerdas vocales solo dan gemidos de alegría y de alguna manera doy a entender mi queja por su ausencia.

- Ha sido un buen chico, Tobi?

Me hago en posición vertical sobre mis rodillas, encojo mis manos enguatado por las manoplas de cuero, y le muestro lo duro y tiesa que está mi pene a pesar de los invitados del avión que me miran. Cuando los cascabeles del anillo testicular sonaron, una risa colectiva nos invade de repente.

- Está feliz de verme!.

Presume ante sus invitados.

Samira da el extremo de mi correa a mi dueña e invita a seguirla. Mi dueña sujeta firmemente la correa en su izquierda y su otra mano se coge de brazos con uno de los invitados. Con ella de brazos camina Lucas, su nuevo novio. Detrás ya conocidos, la doctora Yumi, una guapa japonesa cuya carrera goza de una impecable reputación como cirujana. También esta la doctora Carmen, que años antes me ayudó con la transición de mi comportamiento actual. Y por último una pareja muy jóvenes desconocidos para mi. .

Hay un cochecito que remolca un vagón techado con un toldo. Su casa es una caminata corta por un asfalto que el cochecito estará a punto de circular. Por otro lado la tripulación del vuelo se asegurará de que su equipaje llegue a la gran casa de Nagore en uno de los vagones.

Samira hace señas para ayudar a la tripulación. En cambio yo no podría hacer nada, pues mis brazos están cubiertas del látex grueso, mis manos son inútiles sin poder mover mis dedos enguatado de esta manera. Del mismo modo las piernas dobladas están rodeados de material fuerte que me hace cómodo gatear a cuatro patas.

Con un tirón rápido me acerca a su talón . Como su perro fiel la sigo hasta el vagón. Mis movimientos en el gateo hace sonar los cascabeles, y las risas de los invitados me van siguiendo como una tortura humillante.

Nos subimos al vagón en los cuales caben seis personas en cada banqueta. Son dos banquetas las que hay en en vagón. Uno en cada lado, el cual al sentarse mi dueña con su novio, y al lado Yumi, al frente cara a cara quedan la pareja de jóvenes y Carmen. Yo sin embargo me quedo en el centro a cuatro patas mirando el final del vagón. Eso si, sujetado de la cadena por mi dueña.

Ella queda a mi derecha sentada de manos con Lucas. Yumi al otro lado de Lucas me da una palmada en mi trasero.

- Echabas de menos a tu dueña?.

Yo solo gimo tímido en respuesta.

Yumi se muestra burlona y me sigue mortificando. Ahora coge de la cadena que se esconde por la linea anal, y tira alto para levantar la anilla de mis pelotas.

Frente a ella, a mi izquierda está la joven chica desconocida para mi. Esta clava su mirada en la enrojecida carne de mi escroto. Su novio a su lado se ríe a carcajadas al ver como Yumi hace tirones repetidos para que mis pelotas boten arriba y abajo.

- Limpia Tobi!

Carmen, también a mi izquierda y mas a la altura de mi cabeza, llama mi atención. Se lo que quiere en cuanto adelanta el pie posado en su cruce de piernas. En cuanto mis codos tocan el felpudo del vagón, mi rostro se encuentra de frente a unos escarpines negros de tacón fino y alto, que apenas cubre sus dedos y talón.

Ella los tambalea para que yo atrape con mi lengua alargada el cuero de sus preciosos zapatos. Mmmm, había olvidado el sabor de los calzados de las mujeres de la civilización. Y es que aquí en la isla casi todas la mujeres andan de pies desnudos, sandalias y otros calzados tradicionales. Y ahora estos escarpines es un premio bien preciado, después de tanto tiempo. Los seis pueden ver mi devoción a los zapatos de Carmen. Y mi dueña le pasa la mano tras la espalda de su novio y suspira alegre mientras me observa.

El cochecito va andando, y con el va remolcado el vagón. Mientras va circulando por el camino que nos llevará a casa de mi dueña, Yumi deja de tirar de la cadena y se entretiene acariciando mis testículos. Ella charla con la chica joven, cual llama por el nombre de Zuleima. Pero mientras charla sopesa, aprieta, rasca con las uñas y acaricia mis expuestos testículos que quedan a merced de su alcance. Yo obediente mantengo siempre mis piernas bien separadas. Así le doy mas acceso para cualquier capricho. Incluso la desconocida tiene todo el derecho de tocarme. Pero no lo hace. Ella se enrolla en una conversación con Yumi.

El novio de Zuleima solo escucha, y se le nota algo incómodo cuando sus rodillas tocan con el bote del vagón a mi costado. En cambio Carmen disfruta en silencio del paseo, mientras yo lamo sus escarpines. A veces levanta el empeine, y el talón se descubre de sus zapatos. Ese es el gran momento para buscar olores y descubrir mas de ella. Hay una fragancia que me embriaga y junto a las acaricias torturadoras de Yumi, siento que mi pene va a explotar en cualquier momento.

Mi mente trabaja en varios estímulos. Por un lado la alegría de ver de nuevo a mi dueña Nagore, y a su vez ver como ella sostiene la cadena que siempre me ha dado una gran sensación excitante por ser tirado de la cadena como su perro. Y allí la tengo sentada a mi costado mirando como lamo los zapatos de Carmen. La psicóloga que me ha llevado ha este compartimiento. Fue Carmen quien acabó con mi vida humana. Ella es la que ha ayudado a Nagore a instruirme a una nueva era. Por ella soy lo que soy, un ser que se siente realizado y es tremendamente feliz de esta manera.

Desgraciadamente el coche se detiene en la entrada de la mansión. Y con esto Yumi deja de jugar con mis pelotas. En cuento se detiene, todos bajan uno a uno. Por último bajo yo tirado por mi dueña.

En cuanto estoy a lado de mi dueña, del cochecito con el piloto sale Samira para mi sorpresa. Ella se dirige a mi dueña y con reverencia invita a mi dueña e invitados a seguirla.

- Samira, lleva te al esclavo con tigo y dadle su comida. Nosotros aún no vamos a entrar. Voy a acompañar a mis invitados a los jardines para enseñarles el mirador.

- Como quiera la señorita.

Samira coge el extremo de la correa que le da Nagore y tira para que la siga por la puerta principal. Mientras, mi dueña se aleja con sus invitados por un camino agradable por los jardines que tan bien cuidados tiene todo el año.

Estoy seguro que mi dueña quiere que sus dos nuevos invitado, Zuleima y su novio, vean el precioso mirador que tiene al final de los jardines. Desde allí se puede ver sus plantaciones de plátano y toda la costa este. Yo he sido testigo de la hermosa vista que tiene ese lugar.

Al final se alejan y tirado por la nativa Samira entro a la casa.

Samira calza unas sandalias con tiras de tela y cuero. Ella esta vestida de forma tradicional con un pareo largo hasta los tobillos estampado. Su ombligo queda descubierto con una camisilla blanca con flores pintadas. Esta es solo sujetado en dos tiras finas que se enlaza bajo la espalda, dejando ver algo de su espalda al descubierto. Su pelo largo y negro es suelto salvo unos mechones a los lados recogido en trenzas para acabar atrás del cogote con una traba con forma de margarita.

A mi dueña le gusta ver a sus criados de forma natural. Ella busca que su mansión de verano tenga hasta el último detalle de ese toque exótico que tanto le gusta de esta isla. Por ello la ama de llaves, las cocineras y limpiadoras visten el tradicional atuendo de los nativos.

Samira me lleva hasta la cocina, donde nos encontramos con Mika, que es una de las limpiadoras de la mansión. Esta está con las tareas de la cocina ayudando a la ausente Monle.

En el lenguaje tagalo, Samira se dirige a Mika. Esta le responde con el mismo idioma que no entiendo.

Mika se acerca y coge de la mano de Samira la correa del perro. Se presenta alegre y sonriente, mientras tira de ella para que la siga hasta mi rincón habitual a la hora de almorzar. Allí me espera mi cuenco doble. Una de carne mechada revuelto con huevo duro y verduras, y el otro lleno de agua.

Mika deja el extremo de la correa sobre la pequeña percha de madera que señala el lugar donde me alimentan a diario.

Samira ya había salido de la cocina, y Mika sigue trabajando con los supuestos preparativos para la comida de los invitados. Me supongo que tantas bandejas de variedades son para los invitados. Parece como si se organizara una fiesta. El caso que veo demasiadas cosas como para seis personas.

Yo no tardo en limpiar mi cuenco con solo la ayuda de mi lengua y de repente aparece la hija de Monle. La muchacha saluda a Mika y por ser mezclada, habla en español. Sobre todo por que Mika lo entiende....

- Samira me ha llamado para preparar mi obra de arte! Por cierto, ¿donde esta mi madre?.

Mika se ríe a la primera frase que me ha dejado confundido, y contesta...

- Tu madre está en el muelle para recibir a los demás invitado.

¿Mas invitados? pienso yo. Pensé que ya habían venido en su avión privado. Ahora entiendo tanta comida. Y efectivamente... Mika abre la puerta que comunica la cocina con la nave de banquetes. Y si, esta todo preparado para una fiesta. Asombrado eche un vistazo rápido antes de que se cerrara la puerta y Mika desapareciera por el interior de la nave.

Debo de llevar mucho tiempo en la caseta antes de la llegada de mi dueña. Mi ausencia en la mansión me impedido ver estos preparativos.

Es la hija de Monle que se asegura de que he terminado y a su vez coge la correa de la percha.

- Vamos perrito, que te tengo que preparar para una sorpresa.

Todo me está cogiendo de sorpresa. Derepente veo que el día esta lleno de mas novedades. Es normal que mi dueña venga a la isla con compañía, pero no me esperaba que organizara una fiesta. Y es que por lo entendido, un lujoso yate está por atracar en su muelle. ¿Quienes van a venir?....

Tirado de la correa que sostiene esta chica joven de tan solo 17 años, la sigo por otra puerta hasta el ascensor particular de Nagore. De allí subimos hasta llegar a la planta de arriba. En cuanto se abre la sigo hasta su salón de arte.

Amaya es la hija de la nativa cocinera Monle y a su vez hija de un amigo español de Nagore que se ha desentendido de ella. Por ello Nagore la acoge como una hija y le proporciona una educación con un profesor privado en la isla. Ella nunca ha querido salir de la isla. Siempre se ha mostrado muy feliz en la mansión de Nagore. Y sobre todo no se despega casi nunca de su madre.

Mitad española y mitad filipinas, Amaya es una gran escultora y pintora. Esto es una virtud que ha descubierto agradecida mi dueña. Casi todo lo que adorna su mansión de verano, tiene su firma. Amaya incluso tiene hecha una estatua de mi físico desnudo en los jardines de Nagore.

Hoy va vestida con unos mini short blanco y camisilla ajustada negra de tiras. Esta chica a pesar de su temprana edad, es muy esbelta y guapa. Sus bonitos pies desnudos calzan unas zapatillas de playa, y estas chacolean a cada paso. Sus rasgos son orientales, pero su piel mas clara que las demás nativas.

Una vez dentro del salón, compruebo que Amaya tiene varias cosas preparadas para mi. No tengo ni idea lo que va hacer con migo. Pero veo pinceles, pinturas, cuerdas, restricciones, y mas cosas que no me da tiempo de analizar.

- Vas a ver la sorpresas que vas a dar!

Dice mientras me quita la correa pasándola por la argolla de mi collar y al final destrabando el enganche de mi anillo escrotal.

Yo estoy confundido a la espera en el centro donde tiene tantas cosas regadas. Ella coge de mis coletas que llevo a cada lado, y los peina con un cepillo.

Desde que soy el perro de Nagore, he sido permitido llevar el pelo largo hasta los hombros. Normalmente lo llevo recogido en dos coletas de colegiada. Esto divierte a mi dueña.

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