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Katia 2

Dos días después Katia anuló la reserva del hotel y se vino a estar esa semana en mi casa. La tarde del día en que vino, vino también Cristina, las presenté y estuvimos tomando una copa en el piso. Ningún problema. Y mientras las veía hablar se me ocurrió una nueva idea depravada. Fui a mi cuarto, llamé por teléfono a Jonás, un amigo con muchos contactos, y le pedí un afrodisíaco de los de verdad. Los que venden habitualmente tengo entendido que son un timo.

Al día siguiente por la mañana fui a la Facultad y me dio el paquete en el que también había un par de vibradores y uno de esos con dos cabezas. Antes de que llegase Katia a comer, hice un agujero en la puerta del baño que no se viera desde dentro fácilmente. Entonces llamé a Cristina para que viniera a comer.

A las dos llegó Katia y estuvimos tomando unas cervezas. Después llegó Cristina, pero estropeando mis planes vino con una amiga. Yo me había ido calentando con la idea y no quería echarme atrás, así que continué con lo previsto. Les serví de primero unas berenjenas a lo provenzal aderezadas con la dosis apropiada de afrodisíaco. Se lo comieron sin darse cuenta. Hablaba mucho para que comieran despacio hasta que noté su excitación. Cristina cuando está a tono se estira, imagino que para calentar los músculos. A la amiga, que se llamaba Marta, se le notaba nerviosa y a Katia, que iba con una camiseta blanca (la misma del otro día), se le empezaron a marcar los pezones. Era el momento para servir el segundo plato. Salí de la cocina con una fuente de col rellena muy hecha y al llegar a la mesa tropecé y se la dejé caer encima a Katia. La col descendió entre sus pechos humedeciendo la camiseta y yo, que estaba atento a todo, vi cómo se le abrieron un poco los ojos a Cristina y Marta se tocó el pecho. Entonces, me disculpé y le dije que casualmente había una camisa mía en el baño y que corriera a lavarlo porque la col huele mucho y la mancha no se va. Katia se levantó y Cristina se ofreció a ayudarla a lavarlo. Marta se quedó estropeándome el plan. A los cinco minutos deprimido porque el show no había salido bien fui hacia el baño para interrumpir lo que debía estar pasando allí dentro porque la amiga no abría la boca y no dejaba de recorrerme con la mirada con disimulo. Antes de llamar a la puerta vi que Marta me había seguido y se me ocurrió una idea.

- ¿No crees que tardan mucho? -dije yo.

- Sí y no se ha oído el agua correr.

- ¡Anda! -dije disimulando- La puerta esta rota -se veía salir un punto de luz del baño- A ver qué están haciendo.

Me agaché y miré. Estaba Katia, que es más pequeña que Cristina, tumbada en el suelo y Cristina encima de ella besándola en la boca ferozmente y magreando sus pechos por encima de la camiseta, entonces se la subió dejándolos al descubierto y comenzó a chuparlos. Katia empezó a desnudar a Cristina que pronto se quedó sin blusa ni sujetador. Se besaron rozando unos pechos contra otros y la mano de Cristina bajó hasta la entrepierna de Katia. Le quitó los botones de los vaqueros y metió la mano. Katia se bajó los pantalones de las caderas y empujó la cabeza de Cristina para que le chupase allí. Entonces Cristina se apartó y se levantó. Yo pensé que se había acabado y que iban a terminar a tortas pero fue hacia el armarito para sacar algo y encontró los vibradores que yo había escondido allí. No descubrí lo que había cogido junto a los aparatos hasta que vi a Cristina que estaba afeitando el coño de Katia con una de mis maquinillas.

- ¿Qué ocurre? -me sobresaltó Marta a la que ya había olvidado y se había ido acercando mucho a mí.

Se agachó y miró por el agujero. Después de un rato, empezó a frotarse la entrepierna y apartó la mirada para mirarme. Yo estaba a su derecha y al girarse se encontró con mi paquete a la altura de su cara. Sin aguantar más me desabrochó los pantalones y yo aproveché para mirar por el agujero de la puerta. Mientras Marta se desvestía con ansiedad, dentro Katia ya tenía la vulva depilada y Cristina estaba lamiéndosela hasta dentro. Katia giró a Cristina para llegar hasta su cinturón y le quitó los pantalones. Había encontrado los vibradores en el suelo junto a ella y le introdujo uno de ellos a Cristina accionándolo para que vibrase. Marta me cogió la mano y me la puso en su pubis rubio. Yo introduje un dedo por su vagina y como soy muy voyeur seguí mirando, sentado en el suelo y con la cabeza vuelta en una postura de contorsionista. A Marta se la veía un poco inexperta o estaba cortada porque yo no era capaz de dejar de mirar lo que ocurría dentro. Se agachó, me la agarró y comenzó a chupármela. Dentro ya estaban las dos haciendo un sesenta y nueve con sendos vibradores dentro de sus vaginas. Miré a Marta que seguía chupándomela, aunque me hacía un poco de daño porque no quitaba lo suficiente los dientes, y vi que su retaguardia estaba casi hacia mí. La tomé por las caderas y la puse en línea para un sesenta y nueve. Jugué con su clítoris y le agarré los pechos haciendo presión entre ellos, después le introduje la lengua hasta donde pude de su vagina. Tuve la sensación de que era muy inexperta y le introduje otro dedo comprobando que estaba muy estrecha. Entonces la di la vuelta y le pregunté:

- Oye, ¿eres virgen?

- Sí.

Y lo más apropiado para estos casos en que la conversación se vuelve interesante es preguntarle:

- ¿Y cuantos años tienes?

- Veintiuno, voy a la Facultad de Cristina.

Entonces yo me pregunté cómo era posible que se hubiera mantenido virgen hasta tan tarde estando la chica bastante bien. Y teniendo ese coño rubio tan apetitoso.

Miré hacia dentro y vi a Katia a cuatro patas y a Cristina, con el vibrador de dos cabezas introducido, que se proponía penetrarla desde atrás. La verdad es que preferiría estar dentro, pero en mi plan original solo estaba observar. Esto era mejor.

Dejé que Marta mirase por el agujero y aproveché que se puso a cuatro patas para lamerle bien la vulva, aunque estaba muy lubricada ya, y después desvirgarla despacito. Me recosté sobre ella magreando sus pechos y descubrí que podíamos mirar los dos por el agujero. Dentro Cristina había adoptado el papel de hombre y Katia, que es más poquita cosa, estaba en la postura del perro, pero con la cabeza ladeada y apoyada sobre el suelo. Cristina daba violentas arremetidas contra el trasero de Katia. Entonces Cristina la giró y se pusieron en la posición del misionero. Desde el agujero en que estamos se veía un trozo rosa del vibrador doble que salía de la vagina de una y entraba en la de la otra bien húmedo.

Yo por mi parte estaba a punto de estallar, porque Marta tenía una vagina pequeña y notaba que sus contracciones masajeaban mi miembro muy fuertemente. Ella casi iba a correrse y se giró hacia mí, se tumbó boca arriba y se abrió bien de piernas, me cogió para que entrase dentro de su vagina y yo la penetré hasta el fondo. Entonces se le endurecieron las piernas y se corrió durante bastante rato en silencio. Pareció perder todas las fuerzas después quedándose débil.

Dentro seguían en la misma postura y parecía que en esta pretendían acabar teniendo sus orgasmos porque cada vez aceleraban más los movimientos. Una contra la otra. Ahora Katia estaba sobre Cristina y esta hacía fuerza con una mano en cada cachete del trasero de Katia. Levanté a Marta y la apoyé sobre la pared. Ella rodeó mi cintura con sus piernas y comencé a metérsela y sacársela. Ella daba botes rozando con la espalda la pared. Me entró la certeza de que Marta no tomaba la píldora así que tuve que hacer una marcha atrás. En el momento adecuado, y como el techo era bastante alto, la levanté en vilo, coloqué su entrepierna en mi cara y mientras le introducía la lengua, eyaculé sobre la pared y de las convulsiones orgiásticas casi se me cae Marta.

Ella me puso las piernas sobre los hombros y comenzó a mecerse con unos movimientos hacia adelante y hacia atrás con su pelvis. Vi que se iba a correr otra vez así que me esmeré con su clítoris e introduje dos dedos dentro de su vagina hasta que la presión de sus piernas me indicó que ya había tenido su segundo orgasmo, más fuerte que el anterior por la cantidad de sus jugos. Casi me asfixió. La bajé al suelo y miré por el agujero. Dentro vi que se estaban vistiendo. Fuera nos vestimos corriendo y nos sentamos en el sillón. Saqué unas cervezas y cuando salieron ellas disimulando, nosotros disimulamos también haciendo como que charlábamos absortos en un tema y que ni nos habíamos dado cuenta del tiempo transcurrido.

Un poco más tarde ya se habían ido Cristina y Marta. Marta ni se había despedido. Y se habían llevado a Katia para ir al cine...

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