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Las botas de Laura

Tiempo atrás conviví unos años con una chica, Laura. Es flaca y la verdad es que no tiene mucha teta y culo pero a mi me gusta mucho.

Cuando iniciamos la relación ella hacia poco tiempo se había recibido de profesora de literatura y comenzaba a dar clases.

Alquilamos una casita. Estaba un poco lejos de la ciudad y de las escuelas donde enseñaba pero tenia la ventaja de tener bastante espacio y el lugar era muy tranquilo. Teníamos auto así que el ir a su trabajo no era problema.

Ella era, es, una chica de carácter alegre, muy buena mina, por eso en un principio me extraño que hiciera lo que hizo y que cuento a continuación.

Al poco tiempo de comenzar a vivir en nuestro nuevo hogar apareció en el barrio un perro callejero o quizas abandonado por sus dueños. Era un perro de tamaño bastante grande, de raza indefinida, lleno de pulgas, sarna, muy flaco y hambriento.

Laura apenas lo vio decidió adoptarlo. Le gustan los animales, gatos y perros, los últimos sus preferidos.

La verdad es que a mi mucho no me gusto la idea, no es que no quiera los animales, me disgusta lo que implica tener que cuidarlos, especialmente no me agrada la parte de levantar sus excrementos que ya sabia que en algún momento me iba a tocar hacerlo.

Intente algunos argumentos para que desistiera, tipo quien lo cuidara cuando no estemos, es muy grande. Pero la verdad es que mucho mas no pude argumentar, dado que teníamos bastante espacio donde tenerlo. Ademas ella una vez que se le pone una idea en la cabeza es muy raro que desista.

Así que después de llevarlo al veterinario, vacunarlo, curarlo de pulgas y demás en poco tiempo tuvimos un perro muy activo, lleno de energía.

Tanta energía que se empezó a notar bastante. Plantas destruidas, a ella también le gustan las plantas, así que tenia una buena cantidad en el patio, algunos rayones en el auto y ese tipo de cosas.

Para colmo era muy desobediente o parecía sordo por que una vez comenzaba a ladrar ya no había forma de hacerlo callar.

Podia estar todo el día ladrandole a un gato del vecino que se subía a nuestro techo. Los rayones al auto, que aunque no era nuevo estaba bastante bien, se los hizo por que se paro en dos patas apoyado en el auto para tratar de alcanzar al gato.

Laura, chica tolerante y paciente estaba empezando a perder la paciencia.

Después de lo sucedido al auto decidió que era conveniente atarlo de vez en cuando para evitar que siguiera haciendo destrozos y se empezara a comportar mejor.

El día que pasó esto ella había estado la noche anterior, que era viernes, hasta muy tarde despierta, corrigiendo exámenes, su idea era quedarse hasta tarde para terminar con todos y el sábado poder dormir hasta tarde. O al menos esa era su idea.

Habíamos dejado el perro atado en el patio por que también tenia la costumbre de ir a arañar la puerta que daba al fondo de casa, cerca del dormitorio. Entonces previsoramente para que no nos fuera a despertar muy temprano por la mañana la noche anterior lo dejamos atado.

Lo que no previnimos fue que el gato del vecino, muy temprano, a las 8 de la mañana se le ocurrió ir de visita a nuestro techo.

Y obviamente nuestro perro empezó a ladrar, era un perro grande, su ladrido era muy fuerte y había quedado atado muy cerca de la ventana de nuestro dormitorio.

La ventana la habíamos dejado abierta para aprovechar las ultimas noches frescas, ya casi estábamos a finales de setiembre y se venia el calor.

Entonces, en lo mejor de nuestro sueño nos despertaron sus ladridos. Laura, que había dormido muy poco se despertó con cara de muy pocos amigos. Desde la cama le grita que se calle, obviamente el perro no se dio por enterado.

Muy fastidiada se levanta en ropa interior, ella no usa camisón ni pijamas para dormir , solo bombacha y a veces corpiño. Como decía, sale al patio solo con ropa interior y descalza. Sigue gritando al perro para hacerlo callar, pero el pichicho no se da por aludido, entonces la buena y dulce Laura le da un par de patadas.

Claro que ella estaba descalza y por los gestos, yo miraba por la ventana, le dolió mas a ella que al perro, que creo que ni se entero que le habían pegado. Mira alrededor del patio, buscando algo con que corregir al desobediente pero no encuentra nada que le sirva.

Entonces vuelve al dormitorio muy enojada y al parecer con el pie un poco dolorido.

Busca en el placard, hasta sacar una caja, en ella había guardado unas botas hasta el próximo invierno.

Las botas se las había regalado yo unos meses antes. A ella le gustan mucho los zapatos, como a la mayoría de las chicas según creo, y a mi me gusta mucho que use. Soy un poco fetichista del calzado. Así que cada tanto le regalo algunos.

Ese año cuando empezaba la temporada fría fuimos juntos a una zapatería y compramos unas botas que le quedaban muy bien.

Eran unas botas de cuero negro, de cañas altas, casi hasta las rodillas, tenían unos tacos de unos 8 cm supongo, los tacos eran bastante altos, bastante finos, pero según ella me dijo no eran estiletes. La punta de la bota terminaba en punta bastante fina también, la suela era bastante gruesa, aunque no llegaba a ser plataforma.

A ella le encantaban, recuerdo que alguna vez comentó que esas botas estaban hechas para patear culos y pisar cabezas.

Yo todavía no entendía que hacia con la caja, con las botas, hasta que veo que comienza a ponerselas.

Se termina de calzar las botas y ya va salir pero antes de hacerlo me mira y me dice -Ahora va a ver.

Esta nuevamente en el patio, vestida solo con bombacha, corpiño y botas

Yo voy detrás de ella para ver que pasará.

Se acerca al perro que sigue ladrandole al gato que sigue en el techo, se pone los brazos en la cintura y lo mira unos instantes, supongo que calculando donde pegar.

Y lo vuelve a patear, pero esta vez el perro si se entero, ya no lo pateaban con el pie desnudo si no con una bota de punta dura y afilada. Los ladridos se cortaron en seco cuando la punta de la bota le dio en las costillas y se escucho un aullido de dolor. El perro se volvió con intención de morder a su agresora pero la cadena evitó que lo hiciera.

Laura al ver el intento del perro se enfureció mas. Con otra patada lo hizo desistir del intento de defenderse y aullar de dolor otra vez. Le dio varias patadas, primero pateándolo con la puntera de la bota y luego patadas hacia abajo, pegandole con la suela y el taco mientras le gritaba- ASI QUE ME QUERIAS MORDER HIJO DE PUTA. El perro se aplasta en el piso y empieza a gemir.

Deja de patearlo, le pone la bota en la cabeza y pisa. Te vas a callar, vas aprender a callarte cuando te digo - escucho que le dice mientras le aplasta la cabeza contra el piso.

El perro sigue gimiendo bajo la implacable bota que ella deja un buen rato sobre el y cada tanto mueve como si estuviera pisoteando la colilla de de un cigarrillo.

Regresa a la habitación con un fuerte taconeo que resonó por toda la casa que ahora estaba en silencio, se saca las botas, las revolea a cualquier parte y se vuelve a meter en la cama.

Yo aun sorprendido por su comportamiento y no estando muy seguro de que hacer considere que lo mas prudente era cerrar ventanas, oscurecer la habitación para que continuara durmiendo e irme a la cocina a tomarme unos mates.

Ella apareció mas tarde, donde yo mateaba, mas tranquila. Yo no le pregunte nada pero ella comenta al pasar que el perro la había hartado, sacado de quicio. Nada mas se hablo del tema.

El perro estuvo unos días bastante dolorido pero no sufrió mayores consecuencias y la verdad es que después fue muy obediente con ella.

Paso el tiempo, volvió el frio y Laura volvió a ponerse las botas de patear culos, botas que nuestro perro aun recordaba como pude ver.

Por que estando yo una tarde en la parte de atrás de casa, en el patio, vino Laura a despedirse por que salia a juntarse con unas amigas, se iban de compras al shopping.

Estaba el perro cerca mio y cuando escuchó el taconeo de las botas empezó a gemir bajito y aplastarse contra el piso, cuando Laura se paro cerca de donde estábamos se arrastró hasta donde estaba ella, por el camino se iba orinando de a chorritos, hasta que llego hasta sus pies y se pone a lamerle las botas.

Ella le puso la bota en la cabeza como el día de la paliza, pero suavemente y le dijo- Buen perrito, sabe bien quien manda. Luego se despidio, me dio un beso y se fue haciendo resonar los tacos.

Nunca mas vi que Laura lo castigara a nuestro perro, que en realidad era su perro, lo siguió cuidando como siempre y demostrando que lo quería hasta que nos mudamos, ya no hubo espacio para tenerlo y lo tuvo que dar a una familia amiga .

Alguna vez escuche a un veterinario hablando sobre los perros y las costumbres de las manadas, el macho alfa y explicando como educarlos, que el perro tiene que saber quien manda o algo así. Debe ser cierto, por que la flaca después de ese episodio no tuvo problemas de obediencia.

Ahora estamos separados, pero somos muy amigos, cada tanto nos vemos y la verdad es que me sigue gustando. Quizas llegue el día que volvamos a estar juntos.

Como dije antes, es una chica muy buena, de buen carácter, muy buena persona pero a veces, muy de vez en cuando deja entrever un lado un poco cruel, un poco sádico.

Después quizás, si hay ganas y tiempo cuente algo mas.

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