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Mi Hermana Cariñosa

Estábamos mi hermana Marisa y yo, los dos solos en la casa, viendo una película en la tele. Ella recostada en el sofá con su cabeza sobre una almohada y esta sobre mis piernas. Marisa tiene casi 20 años y es muy bonita, de tetas grandes. Toda ella es linda, pero sus tetas son lo que más atrae mi atención, por ejemplo, cuando se pone su bikini se ve fabulosa, sus pechos lo llenan maravillosamente, que par de melones tan deseables. Muchas veces he tratado de ver sus tetas sin nada encima, no lo he logrado y eso que la he fisgoneado en su recamara, en el baño, tratando de vérselas. El resto de su cuerpo también es muy bonito, cintura pequeña, bonitas caderas, nalgas levantadas, piernas largas y muy bonita de cara, muy fina. Pretendientes no le faltan a la güerita como le dicen sus amigos, y aunque no le gusta tener novio siempre tiene muchos amigos. Marisa estudia actuación, porque quiere ser actriz, hasta la fecha lo único que ha logrado es ser modelo para anunciar productos como ropa y calzado, la buscan para modelar pero a ella no le gusta, ella quiere ser actriz seria. La han invitado a concursos de belleza, se ha negado, piensa que por ahí no es.

"No ha llegado el hombre que me llene". Dice cuando le preguntan ¿porque no tienes novio?

También todos mis amigos me bromean por la belleza de mi hermana y me llaman cuñado, o cuñadito, así que todos me dicen así.

Marisa siempre ha sido muy cariñosa conmigo, con su hermanito 15 meses menor que ella, me besa por cualquier motivo, me abraza y soba siempre que estoy cerca de ella. Yo disfruto mucho sus caricias sobre todo cuando pega sus tetas a mi cuerpo, se siente rica su suavidad. Ese día no era la excepción, su mano sobre mi muslo lo acariciaba sin cesar, ya con las yemas de sus dedos, ya con sus uñas. La película llena de besos y caricias, de sexo como son todas ahora y también ayudaba a mi exaltación.

Yo tenía una mano sobre su brazo y la otra sobre su cabello, también la acariciaba, sobre todo su nuca y su cuello. Lógico era que las caricias que nos dábamos me habían provocado una erección que la almohada tapaba. Yo estaba muy a gusto disfrutando el momento, cuando Marisa quito la almohada y se recostó de nuevo sobre mis piernas, sobre mi pene, permaneció así unos segundos sin hacer nada, yo sentía como su cabeza oprimía mi pene duro, ella reanudo sus caricias en mi muslo. Yo acaricie su cabello presionando su cabeza hacia mi pene, yo sentía delicioso. Me sentí mal cuando ella se irguió, decepcionado, pensé que las caricias se habían terminado. Mi hermana se acerco sentándose a mi lado y me dio un abrazo.

Yo le correspondí abrazándola también, maravillosa sensaciones recorrían mi cuerpo al sentir sus pechos recargados en mi cuerpo y sus manos acariciándome la espalda. Yo también le acariciaba su espalda sintiendo sus vértebras, su suave piel. Marisa seguía acariciándome, las yemas de sus dedos también acariciaban mi nuca y mi cuello, yo hice lo mismo siguiendo el juego tan placentero. Nuestras mejillas juntas en ese largo abrazo, nuestra respiración se oía suave pero acelerada. No pude resistir y mi mano se movió de su espalda a su axila, al comienzo de su seno, presionándolo suavemente, sin atreverme a tocarlo. Ya lo habíamos estado así en otras ocasiones, cerca del contacto sexual sin atrevernos a hacerlo, solo cerca, muy cerca. Sin decir nada, Marisa separo su mejilla de la mia y me beso en la boca dejando sus labios sobre los míos. Yo asombrado sentía su lengua tratando de entrar en mi boca, abrí mis labios y respondí con gusto al beso, sintiendo el placer del primer beso que nos dábamos por deseo, nuestras lenguas chocando, sintiendo sus dientes, sus labios y su mano en mi nuca agarrando fuertemente mis cabellos acercando mi cabeza a la suya sin intenciones de soltarme. Agarré su pecho estrujándolo, sintiendo su tamaño, su suavidad y nunca voy a olvidar el suspiro de mi hermana cuando lo hice. Tan lleno de placer ese suspiro, como cuando se consigue algo muy deseado, inhalando, llenó sus pulmones de aire, yo sentí como su pecho se resaltó más aún en mi mano. Marisa colocó su mano sobre la mia, por un momento pensé que me la iba a retirar de ahí, pero su mano apretaba la mia para que oprimiera más fuerte, me llevó mi mano a su otro pecho, también lo estrujé con fuerza sintiéndolo en su hermosa consistencia tan bellamente única.

Estuvimos así muchos segundos, acariciándonos, besándonos, conociéndonos, como cuando le pides a una chica que sea tu novia y ella acepta, regalándote besos y permitiéndote tocar sus pechos como prueba de que le gustas.

Metí mi mano bajo su playera tratando de tocar sus pechos sin el impedimento de tanta ropa, sentí su piel en mis dedos, electrizante. Le levanté su sujetador tratando desesperadamente de tocar su pezón, cuando lo tuve entre mis dedos, se lo apreté con todo el deseo que tenía, como loco, con mi sangre como lava hirviente, muy caliente.

En ese momento, Marisa se sacó su playera en menos tiempo del que se los cuento, se desbrochó su sujetador, se lo quitó y lo arrojó a un lado.

Ahí estaban ese par de melones, suculentos, para ser degustados. Yo no lo podía creer, todos mis sueños realizados en unos segundos. Cada una de mis manos tomaron el suyo, fuertemente, suavemente, sintiendo los hermosos pezones rozados, recorrieron mis manos esas hermosas montañas, erguidas majestuosamente con orgullo. Mis labios se acercaron a uno de sus pechos y lo chupé, que suave es la piel del pezón, mi lengua jugaba con él, mis labios, mis dientes. Mi hermana me sujetaba la cabeza con sus manos, me la cambió al otro pecho que también quería sentir lo que sentía su gemelo, repetí la operación con gusto, que placer es mamar el seno de una mujer, tan lleno de amor femenino. Muchas veces me había masturbado deseando lo que ahora estaba haciendo.

Me levantó mi camiseta para poder acariciarme la espalda, yo sentí sus uñas recorrerla, el placer no era creíble, no podía ser que fuese tanto.

Marisa se echo hacia atrás en el sofá, abrió sus piernas, yo aceptando la implícita invitación me coloque entre ellas y regrese a la tarea de besar sus hermosas tetas, rápidamente mis manos y las de ella me sacaron mi camiseta. Los dos desnudos del torso seguimos acariciándonos,

Me sobraba una mano, mi boca en una teta, otra mano en la otra. Así que la coloque en su pubis acariciándolo sobre su pantalón. Miré a mi hermana, estaba radiante, feliz con las caricias que le daba, la sonrisota en su cara expresaba mejor que mil palabras lo que sentía. Me acosté sobre ella, la besé en sus labios mientras restregaba todo mi cuerpo con el de ella, que placer en mi pene frotándose con su pubis. Mis manos tocando sus pechos, sus manos en mi espalda y nuca. Separé mis labios de sus labios y mirándola le sonreí, ella me sonrió. Puso una mano sobre mi pene apretándolo, que rico, sentí como su mano lo recorrió de arriba abajo dándome ríos de placer, instándome a seguir, volví a acariciar su pubis.

Marisa con sus manos me desabrocho el cinturón, el botón del pantalón y bajó la cremallera, me bajó el pantalón y el calzón. Sus ojos miraron mi pene que se levantó al no tener nada que lo detuviera, ella lo agarro con su mano y lo empezó a acariciar de arriba abajo, de abajo a arriba, tomó de la punta de mi pene liquido pre seminal y me lo embarró con su mano en mi pene, siguió acariciándome sin dejar de sonreír, disfrutando de lo que me estaba haciendo. Yo acaricié sus pechos por unos momentos sintiendo como todo mi cuerpo vibraba como lleno por el placer que sentía, deseando con toda mi alma que no dejase de hacer lo que estaba haciendo, aún temeroso de que en cualquier momento todo terminara. Con cierto temor también le desabroche su pantalón y ella levantó su cuerpo para que se lo pudiese bajar con todo y su calzón. Me tuve que levantar para quitárselos completamente y aproveche para quitarme también el mío.

Los dos desnudos, ella en el sofá con sus piernas abiertas mostrándome su hermoso bello púbico en forma de corazón, corona dorada sobre su rajadita. Yo de pie, embelesado por tanta belleza, sin saber a que parte de su cuerpo dirigirme. Ella levantó los brazos llamándome, yo me hinque entre sus piernas, me acosté sobre ella y la volví a besar en la boca, todo mi cuerpo temblaba de placer, sentía toda mi piel muy sensible, cada parte de mi cuerpo que tocaba al de Marisa lanzaba a mi cabeza sensaciones que nunca había sentido, mis manos recorrían su cuerpo desesperadamente, sus nalgas, sus muslos, su espalda, su cintura, sus senos. Mi pene duro como palo mojaba sus vellos con mis líquidos, ella parecía disfrutarlo, se embarraba de ellos y se lo secaba embarrándolo sobre su piel, sus manos acariciaban mi espalda y mis nalgas, olas de placer me recorrían todo mi cuerpo, mi lengua jugaba con la suya queriéndose unir por siempre. Yo apretaba mi pene contra ella, no quería ni podía evitarlo,

Mi hermana volvió a agarrar mi pene, me enderece un poco para que lo pudiese acariciar. Me acomodó de tal manera que la punta de mi pene tocase su clítoris y empezó a frotárselo con el. Le agarre un pecho y me engullí el otro con mi boca, le metí un dedo en su agujerito. Oh Dios, no existe nada más hermoso que tocar, es tan bello el calor, humedad, suavidad de las paredes vaginales, imposible parar de tocarlas, de frotarlas. Marisa suspiraba fuertemente, yo también, ella movía mi pene rápidamente sobre su clítoris, lo que yo sentía era placer y mas placer. Ella llego a su orgasmo entre fuertes y hermosos Ohhh's, siete u ocho Ohhh's que fueron bajando de volumen, que hermosa música, yo veía su cara en ese momento, que felicidad poder hacer que tenga tanto placer. Me detuvo mi mano para que no siguiese moviendo mi dedo dentro de ella, ya no frotaba mi pene con su clítoris pero no me lo soltó y siguió acariciándomelo entre fuertes suspiros.

Cuando se recupero un poco, se levantó, acostándome a mí en el sofá, se hinco entre mis piernas y se engullo con su boca mi pene. Con movimientos de su mano a veces fuertes, a veces suaves se tragaba mi pene llevándome al éxtasis. Yo le agarraba un seno y logre introducir mi dedo de nuevo en su agujerito. Placer de placeres, como el cielo, y mi ángel, mi hermosísimo ángel desnudo, con sus hermosas montañas picudas coronadas con sus rosados pezones mamándome la verga, llevándome cada vez mas cerca de un orgasmo, cuando estaba cerca, la detuve de la cabeza, ella no me hizo caso, con mas ahínco siguió mamándome hasta que todo me exploto, fue maravilloso sentir mi semen llenar mi pene expandiéndolo y arrojarle en su boca todo él, olas de placer me llegaron y Marisa atenta las recibió sin soltar mi pene, tragándose todo el liquido que salía de el. Mucho tiempo estuvo Marisa con mi pene en su boca sintiendo mis pulsaciones, moviendo su cabeza despacio, dándome placer sin dejar de mirar mi cara, su mirada traviesa estaba feliz, como si acabara de hacer una travesura. Yo desfallecido seguía con mi dedo dentro de ella. Cuando me recupere un poco, la separe de mi, la acosté de nuevo en el sofá y me acomode para yo comérmela. Para hacerla sentir o que ella me había hecho sentir. Me sentía obligado a devolverle lo que ella me había dado, agradecido y deseoso de seguir complaciéndola.

Marisa estaba feliz, su cara tenía una sonrisa como nunca la había visto, pícara, atrevida, orgullosa, desafiante. Ella con las piernas dobladas, abiertas enseñándome su hermosa rajadita que se acariciaba con una mano, mirándome expectante. Yo también estaba feliz, con una alegría inexplicable que sentía en mi corazón. Puse mis labios sobre sus labios vaginales besándolos suavemente, saque mi lengua y los lamí, ella los separo con sus dedos dejándome ver el rosado más hermoso del mundo, pase mi lengua sobre esa piel húmeda, tibia. Explore tan deseado lugar, sentí su clítoris, durito, lo chupe sabiendo que era muy sensible, lo hice despacio, con mis labios, lo acaricie con mi lengua alternando movimientos rápidos con lentos, baje mi lengua a su vagina, metí mi lengua lo mas que pude, la movía tan rápido como podía tratando de meterla mas y mas. Le introduje mi dedo pulgar, sintiendo la suavidad de su agujerito, de la presión que hacia en mi dedo sus paredes vaginales. Mis otros dedos en sus nalgas me permitían levantarla para comérmela mejor. Pase mi lengua por mis labios sintiendo el sabor de sus líquidos, embriagador sabor, regrese al clítoris con mi boca, con mi otra mano agarre un pecho, lo acerque al otro y sujete los dos estrujándolos con fuerza, mi mano disfrutaba tener sus dos pechos al mismo tiempo, yo disfrutaba todo, mi cabeza congestionada por el deseo, mi pene durísimo de nuevo tenia que esperar a que le tocase su turno. Maravilla de maravillas fue su orgasmo, Fuertes Ohhh's llenaron la habitación, mis oídos. Apretándome la cabeza contra su pubis ella se vació de nuevo, sus jugos perfumados escurrían de su vagina, yo no deje escapar nada, mi lengua lamió todos con ahínco y yo los trague con placer disfrutando su sabor, tragándome también su amor, su placer, su entrega.

Me acosté sobre ella para besarla, quería compartir sus sabores con ella, yo ahora era el que estaba con la sonrisa de pícaro. La besé en la boca largamente mientras me movía restregando mi pene en su pubis, sintiendo la suavidad de su bello púbico. Lo único que pensaba era en la belleza de Marisa, en su hermoso cuerpo y en el placer que me estaba dando, yo quería llegar al final, quería penetrarla.

Me erguí para acomodar mi pene en ella, con mi mano yo dirigía mi pene a su agujerito tratando de encontrar el lugar correcto para empujarme hasta dentro, por un momento pensé en buscar un condón, pero el deseo era tanto que deseche esa idea inmediatamente. Cuando encontré su entrada y logre introducir mi pene un poco, Marisa dijo las primeras palabras de la tarde.

-Con cuidado Miguelito, soy virgen.-

No esperaba escuchar lo que me dijo, mi hermanita es muy abierta y amiguera, yo creía que varios de sus amigos ya habían disfrutado de sus favores.

-¿Quieres que me detenga?- Le pregunté.

-No, sigue, quiero que tú seas el primero en hacerlo.- Me contestó sonriéndome.

Sus palabras alegraron mi corazón, la bese en la boca y empuje un poco mi pene dentro de ella. Ella gimió quedito, mas por temor que por dolor. Le doblé sus piernas y le pedí que cruzara sus piernas en mi cintura. Alguna vez escuche en la tele que así no dolía tanto la primera penetración. Marisa aún asustada lo hizo. Le sonreí y empuje con más fuerza, y un poco más en el siguiente empujón. La cara de mi hermana cambiaba en cada momento, de asustada a una sonrisa animándome a seguir. Yo estaba ardiendo de tanta emoción, Mi hermana me estaba dando un gran regalo, ser el primero en amarla como hombre. Tenia que ser dulce y amoroso, por otro lado mi pene me urgía a meterme hasta el fondo sin miramientos y cabalgarla con fuerza. Mi hermosa hermana tenía sus manos en mi cintura y ella fue la que me marco el ritmo, me jalaba hacia ella y cuando se asustaba me alejaba un poco, después me volvía a jalar y yo empujaba un poco más fuerte, así lo hicimos en cinco o seis ocasiones, finalmente entré casi hasta el fondo, en la siguiente acometida chocamos nuestros huesos púbicos, yo no pude ya detenerme y seguí bombeando con fuerza, mi pene estaba en control yo ya no. Miraba yo a Marisa embelesado y vi, la más hermosa trasformación en su cara, de asustada y temerosa, a felizmente relajada, su cara expresaba lo que su cuerpo sentía, sin dejar de mirarme volvió la sonrisa a su cara, su respiración se acelero, empezaron los hermosos Ohhh's , se empezó a mover a mi ritmo para que nuestros choques fuesen más fuertes, Yo cerré los ojos, no podía verla, tanta belleza me haría explotar. Me concentré en darle placer con mis embistes, y pronto llegó su orgasmo, aún con los ojos cerrados y tratando de no pensar, sentí como maravillosamente se transformo en diosa, con un largo gemido mi hermanita llegó al final, su vagina pulsaba rápidamente apretando mi pene, el cielo. No podía yo más, sus gemidos, sus pulsaciones, su abrazo a mi espalda me estaban haciendo estallar, abrí los ojos, no podía dejar de ver. La más hermosa imagen de amor estaba ahí, lo más hermosa mujer se retorcía deliciosamente bajo mi cuerpo, su cara en un rictus de placer expresaba lo que ella sentía. No lo pensé, me salí de ella pegando rápidamente mi pene a su estomago para sentir su contacto y me vine en el orgasmo más hermoso que haya tenido. Mi pene golpeaba en cada pulsación su cuerpo. Marisa tomo mi pene y lo apretó agradecida, yo besaba su cuello, acariciaba su pecho, tratando de regresar con ella y decirle lo mucho que la amaba.

Un minuto más tarde, llenos de semen, de sangre, de amor, nos besábamos en la boca, sintiendo como si el mundo hubiera cambiado, más bello, más hermoso.

Por horas nos seguimos besando y acariciando, volvimos a hacer el amor varias veces, pero con condón. Yo no sé porque dicen que no debo amar a mi hermana, siempre lo he hecho y no dejaré de hacerlo, sé que ella también siente lo mismo, me lo ha dicho. Tendremos que ocultar nuestro amor para los demás, pero yo a ella se lo demostraré todas las noches.

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