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Salobre (Tercer día)

12

Por fin Samanta vino en mi busca. Nada mas abrir la jaula besé cada puntera de sus botas de trabajo. Con ella estaba Patricia que daba instrucciones claras de un baño antes de ser entregado. Tirado de la correa hasta las duchas luché por besar unas deportivas blancas que ese día calzaba Patricia, pero Samanta no me dejó opción.

Esa vez tuve un baño mas intenso con los frotes de esponja de Samanta en cuclillas a mi lado. Patricia supervisaba el trabajo en la distancia, y Zulia hizo aparición con otro esclavo mascota postrado a sus pies calzados en las mismas bailarinas de ayer.

- Samanta, si no te importa lávame al 250 a conciencia. Es que me lo está pidiendo para mostrador.

Samanta terminó pronto con migo y ya era Patricia quien tomaba las riendas de mi collar. Salimos y dejamos atrás a Samanta, a 250 y a Zulia.

Una vez fuera miraba con los ojos bien abiertos parte de los bancos y hamacas de las piscinas. No había rastro de Yumi y apenas había gente. Era normal ya que era muy temprano. Sabía que la rutina se repetía con el desayuno en su oficina.

Ya Patricia no dejaba ver carne en sus pies. Entre las deportivas y los calcetines bajo los jeans, era imposible ver algo de sus pies. Nada, estaba cubierta de cintura para abajo. Otro polo blanco o el mismo, era la parte de arriba. Pronto vi una insignia en su pecho que definía su cargo en el club.

Mientras comía pensaba cuando iba ser la hora en la que Yumi vendría. Me preguntaba si me sacaría por los caminos para hacer mis necesidades ya que no estoy en los corrales. También me preguntaba si se iba repetir la doma en la sala de ayer. Me preguntaba muchas cosas. ¿Y Paula con sus bonitas sandalias?. Aún no la había visto. ¿Y harumi? ¿Vendrá Harumi? Mi ama! Mi dueña! ¿Donde está mi ama Harumi?.

Patricia ojeaba varios documentos en su escritorio y yo, que había terminado de comer del cuenco, me acerqué a sus deportivas sobre el suelo y se los lamí hasta que que ella se levantó en una media hora. Luego tomó mi correa y me sacó por los caminos.

Otro paseo para orinar, y la verdad que ganas tenía. Dejó que eligiera el sitio y esta vez solo oriné sobre los matos. Patricia había notado un progreso en pocos días. Ya sabía que me había convencido a mi mismo de que realmente soy como un perro. Y que sentirme así era mi única condición. Los caricias en mis genitales era el premio que me motivaba. Cada día eran mas frecuentes e incluso no tuvo reparo en lavarme los genitales en el chorro con sus propias manos. Casi eyaculo!.

Llegamos de nuevo a las oficinas y vi a Sonia y a Zulia sacando a dos esclavos hacia los caminos. Patricia saludó sin desviarse del camino hasta el salón de adiestramiento. Se suponía que pronto Sonia y Zulia se iban a reunir en el mismo sitio después de que sus perros mearan.

Un tal David y Carlos saludaron a Patricia. Me di cuenta rápido de la esclava 235 y de sus ojos azules mirándome con alegría. Esa vez era la perra de Carlos y David llevaba del collar a otra que nunca había visto. No estaba la que ayer chupó mi miembro hasta el orgasmo, pero la perra de David era mucho mas atractiva. De las pocas con su pelo en la cabeza. Esta llevaba dos graciosas coletas rubias. 235 también conservaba su pelo, lo que pasa es que lo llevaba tan corto como yo. Sin embargo sobre sus orejas caían dos mechones largos haciéndola tan graciosa como la nueva. Dos perras, una con el pelo azabache y la otra rubia. Ya solo faltaban los dos esclavos guiados por Sonia y Zulia.

Cuando Patricia se quitó las deportivas, era el la señal de unirse con sus compañeros con los pies en calcetines sobre las colchonetas. Entonces empezó el juego...

Patricia fue la primera en lanzar objetos para que nosotros las cogiéramos e ir calentando. Este ritual poco a poco taladraba nuestra inteligencia humana. Poco a poco nos convencíamos mas de que la motivación no podía ser otra que las caricias en nuestros sexos. Desesperados buscábamos agradar a los amos. Era de locos, pero la recompensa se magnificaba cada vez mas a medida que sentíamos el tacto sus manos. Claro que en mi caso solo Patricia me tocaba.

Sonia y Zulia aparecen pronto y descalzas como ayer, pasearon a sus perros en la colchoneta. Ellos también buscaban las caricias de sus adiestradoras y no dudaban en dejarse caer de espaldas al suelo para ofrecerles sus erecciones. Ellas rascaron sus barrigas y no olvidaron tomar sus penes en un rápido pellizco.

235 y yo nos mirábamos en cada instrucción. Su cara pálida hacía que sus grandes ojos celestes fueran visibles en la distancia. Carlos la penetraba en muchas ocasiones con sus dedos. Se notaba que le gustaba esa perra. El abuso y sus caricias se multiplicaban a medida que avanzaba la mañana.

Eran pruebas sencillas pero nos ayudaban a controlar el protocolo en los movimientos ante los amos. Estos adiestradores eran los sustitutos de nuestros amos, o para los que pertenecían al club, los sustitutos de sus futuros amos.

Si Samanta por la noche me había quitado el plug, en los adiestramiento Patricia se encargó de enchufármelo de nuevo. Todos llevábamos los plugs con tan solo la diferencia de los tamaños. Si a media mañana teníamos que recibir los plug, es por que solo teníamos la oportunidad de defecar durante el primer paseo o la madrugada en los corrales. Esto era importante para educar nuestro metabolismo, ya que durante el día hasta la noche, ya no íbamos hacer mas de vientre.

Los plugs transparente dejaba ver bien nuestras las cavidades anales. Los mas veteranos los llevaban de tan gran tamaño, que parecían caber una mano. Era increíble!. 235 llevaba uno enorme, y su coño carnoso colgaban de tal manera que parecían de lejos testículos.

Todos rasurados y algunos sin cabello y cejas. Sin embargo los que tenían cabellos estaban rapados con mechones largos tras las orejas. La perra de David era de las pocas con melena en dos colas en cada lado. Esta no llevaba numeración y supe enseguida que era de propiedad. No se si de David, o era como yo pasando por unas nuevas condiciones impuestas por su amo.

Patricia me tiraba una pequeña pelota y yo corría tras ella como si la vida me fuera en ello. Tan rápido la atrapaba con mis dientes, veloz corría de pies y manos para devolvérsela. Cada saña bien ejecutada era otra caricia en mis genitales apunto de vomitar semen. 235 hacía lo propio con Carlos hasta que los adiestradores decidieron sentarse en unos bancos de madera.

Se sentaron en una agradable charla, y cada esclavo decidimos atender sus pies descalzados. Como Patricia estaba en calcetines yo daba repetidos besos sobre el empeine para no empaparlos de saliva. A mi lado estaba 235 besando los calcetines de Carlos. Otro esclavo lamía con mas suerte los dedos libres sin calcetín alguno de Zulia. Otros pies desnudos como el de Sonia recibía la atención de otro esclavo. Y David solo tomó a la rubia esclava de las coletas como butaca para estirar sus piernas.

- ¿Otro tren?

Dijo Sonia después de casi media hora.

- Con Toy no cuentes por que tengo órdenes de la señora Yurena de llevárselo a su oficina.

Respondió mi adiestradora.

Entonces colocaron al esclavo de Sonia de primero. Luego 235 era la encargada de tomar su pene con la boca. El esclavo de Zulia fue el siguiente que ya lamía el coño de 235. La de las coletas tomo el miembro del afortunado, y todos salieron en fila hasta el exterior.

Patricia que aún sostenía mi correa, me llevó por otra puerta una vez se calzó sus deportivas.

Estábamos en la trasera de la nave principal, y no tuvimos que salir de ella para encontrarnos enseguida con las salas comunes de la entrada principal. Recordaba bien el lugar donde Yurena me trajo el primer día.

Estaba nervioso por que intuía la posibilidad de ver a mi dueña. Aunque ya tenía claro que su hermana Yumi iba venir al club. Me preguntaba para que iba a reunirme con Yurena. Una vez que dimos con la puerta, Patricia tocó...

- Señora Yurena le traigo a Toy.

No tardó en abrir la puerta.

- Ah si, casi no me acordaba.

Cuando Yurena tomó mi correa me lancé a dar varios besos a cada puntera dorada de unos stilettos de varios colores. Cariñosamente me preguntaba por mi estado de ánimo sabiendo que solo iba a gemir y ladrar. Sus manos acariciaron mi loma, mis nalgas, y tomaron mis testículos para una mejor visión.

- ¿Soporta bien el anillado?

Tomó toda la piel testicular cerrando su cálida mano.

- Si, la doctora ha dado con la medida perfecta. No ha tenido manchas, ni molestias.

El pulgar de la señora dio varias vueltas por la piel estirada.

- Me alegro. Ya la señorita Harumi está al corriente de su anillado. Está conforme con la perpetuidad del nuevo objeto.

Mis gemidos agradaban a la señora. Y sonriente alababa el trabajo en solo dos días de mi adiestradora.

- Se está soltando mas.

- Oh si, señora. Responde muy bien a las tareas básicas.

Yurena tomó mi erección a su favor y le dio varios masajes sobre el glande. Estaba sudado y esto facilitó mejor la lubricación. Los gemidos crecieron con el latido rápido de mi corazón. Estaba apunto de eyacular sobre los suelos de su oficina. La traducción de mis gemidos era una súplica de que me soltara, pero ella siguió ante la indiferencia de Patricia que portaba una carpeta abierta y a la vez firmaba algunos documentos. La señora que descansaba su inclinación con una mano sobre mi espalda, seguía con la otra atormentándome en los genitales.

- Le dejo estas fichas, Yurena.

Entonces como una interrupción, Yurena me dejó y se levantó.

- Ah si, descuide. Puede retirarse.

Dijo mientras tomaba en sus manos las fichas de trabajo.

Un segundo, un segundo mas, y hubiera eyaculado.

Me tumbé de espaldas mostrando el hinchado miembro. Estaba como loco por sentir de nuevo su manos acariciándome. Yurena me miró con ternura y dejó que la puntera dorada de su zapato derecho diera un leve golpe en mi pene en vertical. Una gota salió de repente provocando una sonrisa. Entonces ella aplastó mi pene con su suela haciendo de él un rodillo sobre mi vientre.

- Así me gusta!. Me encantan que los perros del club pidan sus orgasmos.

Frotaba y frotaba mi pene con la suela hasta que aullé como un lobo. Una gran carga salió disparando a mi pecho, otra a mi barriga, y luego derramé el resto por toda la suela.

- Que desastre!

A pesar de no tener fuerza, me levanté. Lo primero que hice fue buscar con mi lengua algunas gotas del suelo y luego comprobé que sobre sus zapatos no habían manchas. Entonces dejó su pie apoyado del tacón y levantó la puntera para que buscara en su suela restos de mi semen. Tuve que dejar mi mejilla contra el suelo para lograr meter mi lengua en la suela y conseguí tragarme el resto.

Yurena satisfecha por mi entusiasmo tomó de la estantería unos paños húmedos con la orden de "Al suelo". Volví a dejar mi espalda contra el suelo con las piernas y manos semi recogidas, y ella se agachó con el paño para limpiarme el pecho y la barriga. Su dulce mirada reflejaba la aprobación de mi comportamiento. No dudó en tomar mi pene y menearlo para sacudirme las últimas gotas. Bromeaba y reía mientras yo sacaba mi lengua en cada jadeo.

- Buen chico!

Tomó el mango de mi correa y me sacó de su oficina...

- Dos de tus dueñas vienen hoy.

Lo primero que pensé es en Yumi y Harumi. Pero no tardó en nombrarme a la señora Yoshikai, la madre.

Llegamos a un salón amplio con varios sillones y una mesita en el centro. Parecía una sala de espera con exageradas comodidades en la que un esclavo sirviente aguardaba de pie en una esquina. El esclavo al ver a Yurena se arrodilló ante sus pies y le dio los buenos días. Pero ella pasó de largo y se sentó en uno de los sillones.

- Avisa en recepción.

El esclavo obediente se levantó del suelo y se fue de la sala.

Me quedé mirando para sus stilettos con la barbilla sobre mis manoplas con la intención seguir dando besos, pero ella me apartó con una mano acariciándome. Entonces una voz femenina tras la puerta llamó la atención de Yurena...

- Pase señora, la señora Yurena la espera.

Me viré y sorprendido vi a la madre de mi dueña entrando. Yurena se puso de pie y cortésmente saludo a la señora Yoshikai. Venía sola sin sus hijas, tan solo la compañía de una empleada invitándola a pasar.

- Muy buenas, que alegría me da verla por mi club!

A gatas y con el mango de mi correa en la mano de Yurena miraba fascinado la presencia elegante de Yoshikai. No dudé en expresar mi alegría y gemí con el aliento sobre sus bonitas sandalias de alto tacón.

- Pero, que preciosidad estás preparando para mi hija!. ¿Este es Toy?.

Yoshikai se dignó a agacharse para acariciar mi cabeza. Mis gemidos mas audibles mostraban mi alegría y no me resistí en lamer sobre sus dedos presionados en las tiras de sus sandalias. Entonces giré sobre mi espalda buscando besar su mano, pero ella lo llevó hasta mi vientre...

- Me encanta este comportamiento. Se le ve tan dulce...

Conmovida me acariciaba el vientre muy cerca de la ingle.

- El anillado en sus genitales es muy extremo para lo que acostumbro con mi esclavo Tobi.

Yoshikai que ya ha visitado el club varias veces, aún le sorprendía la fijación perpetua del anillado de las mascotas. Yurena le recordaba la función del mismo con la típica frase de una erección a punto de reventar. Gustaba mas en una mascota varón sus genitales mas hinchados de lo normal. Al estar siempre a cuatro patas, resaltar la visión de los testículos tras las nalgas era importante.

La madre de mi dueña se levantó sin tocar mi sexo y se sentó frente a frente a Yurena en los cómodos sillones. Yurena aún llevaba mi correa y yo tuve que dejar mi aliento en sus zapatos. Entonces comenzó una conversación que me tenía de orejas.

- ¿Que tal va las obras en la nueva casa de su hija?

- Ah, pues van muy bien. Ya es cuestión de semanas para que Harumi deje por fin el apartamento.

- Me alegro por ella. ¿Y Yumi no venía con usted?

- Si, está en las piscinas.

- Ay! Y yo que le traje a su mascota aquí para que lo vea!.

- Descuida, ya luego se lo llevas. Ella se va quedar hasta muy tarde con unas amigas. No pienso ir a las piscinas, y si no me lo traes aquí, no lo hubiera visto. Ya le dije que mi intención era ir directamente a los mostradores.

- Iremos luego... Quería ofrecerle antes un café...

Yurena ve al esclavo de la sala, que desde que entró Yoshikai, se colocó en la misma esquina en silencio y de pie.

- Servicio!

Con solo una palabra, el esclavo entendió la orden y salió de la sala.

- Gracias!

Yoshikai agradece a Yurena la invitación.

- Entonces estas interesada por una mascota!

- Pues si, la idea de mi hija Harumi me contagió. Tengo a su ex-esclavo Tobi para Yumi y a mi criada Susi. Y la verdad que no me desagrada la idea de tener una mascota humana en casa. Quiero una que vi en su catálogo.

- Ah, pero si ya tenías una en mente!. Nuestro catálogo está incompleto. Durante estas dos semanas hemos tenido mas de veinte nuevas mascotas por formar.

Yurena tomó de la mesita una revista y se la dio a Yoshikai.

- ¿Y a quien tienes en mente?

Yoshikai ojeó el catálogo y...

- Aquí está! Entre las perritas bisexuales. La 235!

- Deja ver...

Yurena tomó el catalogo y...

- Ah, esta lleva mas de un mes aquí. Si lo hubiera sabido antes te la hubiera preparado para que la veas en persona. Pero de todos modos, ¿que le parece si después del café bajamos al mostrador?. No se si los adiestradores la tiene en mostrador, pero si no es así, mandaré buscarla y prepararla antes. ¿Le parece?.

- Por mi estupendo.

Apareció el esclavo con una bandeja de dos tazas sobres sus platos y varios sobres a elegir para la invitada y Yurena. Primero se arrodilló ante Yoshikai para ofrecer la bandeja. Cuando la madre de Harumi se sirvió, se arrodilló ante Yurena para que esta hiciera lo mismo. Al final de su servicio volvió a la misma esquina a la espera. Ambas damas lo ignoraban. Ninguna queja y ningún agradecimiento hubo para ese ser desnudo con una joya en la base de sus genitales. El no era una mascota, el esclavo era un referente traído por el club de Tasarte para hacer de sirviente.

Con mis ojos fijos en los stilettos de Yurena pensaba en la divina casualidad por la elección de Yoshikai. No me podía creer que de todas las perras haya elegido a la 235. Esto supondría poder seguir viéndola en cuanto termine mis días en Salobre. Mi emoción ere tal, que movía mi trasero sin perder la posición. Sentí ganas de lamer sobre los zapatos de Yurena pero al final me contuve.

Pronto ambas damas se levantaron de sus asientos al mismo tiempo que el esclavo sirviente recogía las tazas vacías de la mesita. Seguí a Yurena con el mango de mi correa en su mano y no tardamos en salir de la sala. Por el camino ambas seguían hablando de los planes durante el día, y cuando llegamos a una especie de resección, Yurena entregó la correa a una chica con el atuendo parecido a la de una azafata.

- Has me un favor... Lleva al esclavo a las piscinas... ¿Recuerdas a la señorita Yumi?

- Si, señora!

- Pues entrégaselo a ella.

- Ok, no hay problema.

- Gracias, Lidia.

Lidia tiró de mi hasta la salida de la trasera de la nave. Llegamos a las piscinas y no tardó en ver a Yumi.

- Buenos días, Yumi. Su madre y la señora Yurena me han dejado a su perro para ti.

La aparición de Yumi con ese verde bikini me emocionó. Libre de la timidez y del complejo jadeé con pasos decididos para llegar a besar sus descalzados pies sobre el suelo, pero la correa en manos de Lidia me limitó.

Pero ella se acercó...

- ¿Este es el tal GV... no se que de mi hermana? Espera... Toy, verdad?

- No se el nombre, pero si, este es el perro de su hermana.

- Dios mío! Que excitado se le ve ahora!

Cuando se acercó no dudé en lamer sus dos empeines. Movía el culo agitando mi erección como muestra de alegría. Entonces ella acarició mi loma al mismo tiempo que tomaba el mango de la correa.

- Bueno me tengo que ir. El perro estará con usted el tiempo que desee. Y si no, lo puede dejar a cualquiera de los adiestradores.

- Ok, no tengo ningún problema de que pase el día con migo en la piscina. Gracias.

Lidia se fue, y Yumi me trajo de la correa hasta donde un grupo de sus amigas acostadas en las hamacas esperaban.

Ese día lo pasé lamiendo las plantas de Yumi y a una de sus amigas. Sufría las intensas caricias en mi pene de las tres chicas y nunca pude obtener mi orgasmo. Las burlas fueron crueles bajo un abrazador sol. Nunca pude entrar bajo la sombrilla ya que la mayor parte del tiempo lo pasaba lamiendo los pies de Yumi. Cuando no recibía acaricias movía mi furiosa erección como si fuera una cola. Buscaba muchas veces dejar mi espalda sobre el suelo, pero el caliente suelo no me permitía estar mas de tres segundos. Los pies de Yumi son el calco de los pies de Harumi, y por ello mi devoción fue de tal extremo, que casi sentí desmayarme. Ellas bajaban mucho al agua, y en esos momentos cuidaba sus bolsos como un perro vigilante. Cuando volvían daba vueltas de cabriola y buscaba besar sus mojados pies que al secarse eran suaves y agradables al tacto de mi boca.

Al medio día fuimos al piscolabis y allí puede comer algo a parte de el sabor de las chanclas de Yumi. Pasé el almuerzo bajo la mesa lamiendo la tira de goma de las chanclas . Solo cuando ella me tiraba trozos de comida, yo dejaba sus chanclas en paz. Nunca me detuvo hacerlo porque simplemente me ignoraba. Ellas charlaban de diferentes temas de adolescentes y yo seguía bajo la mesa jugando con las chanclas que caían en los repetidos dangling. Así hasta que por fin volvimos a las piscinas.

En las piscinas estuvimos dos horas mas. No era la única mascota entre las hamacas. Muchos clientes tenían atendiendo a sus pies a muchas mascotas. Otros jugaban tirándole pelotas y otros simplemente los usaban para reposar sus pies. Yumi me dejaba la libertad de expresar mi devoción ante sus lindos pies y los pies de una tal María. La otra chica, Nuria, nunca había ido a un club como este y me miraba con repugnancia. Nunca me dejó atender sus pies, y nunca me acarició. Sin embargo María y Yumi me atormentaba con caricias que siempre me llevaron al borde del orgasmo. Por ello sudaba a mares y llegaba el momento que mi olor resultaba desagradable.

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