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Un extraño reencuentro

Ana Leticia estaba limpiando su habitación en la vieja casa de playa de sus padres. Estaba sumamente empolvada. Hacia más de un año que no se abría aquella casa. El verano ya estaba por empezar y por los siguientes dos meses la ocuparían en las vacaciones. José Carlos, Ana Letty y Ana María, sus hijos, llegarían para pasar el fin de semana con sus parejas e hijos para acompañarla. Era el primer año desde que falleció su esposo.

Era necesario empezar con la limpieza pues la llegada de los muebles y utensilios para las vacaciones podía llegar en cualquier momento. Por eso quería avanzar en la limpieza lo más posible.

Empezó con barrer los pisos y sacudir las camas. Luego paso a una limpieza detallada de la cocina. Por último paso a limpiar las viejas ventanas de madera. Le había costado mucho trabajo levantar la gran ventana de su cuarto que tenía la vista hacia el mar. De cualquier forma se asomó a contemplar la bella vista y a disfrutar de la deliciosa brisa.

De pronto un fuerte viento azoto la puerta de su cuarto, acto seguido la gran ventana de madera cayó inmediatamente sobre su espalda dejándola atrapada con medio cuerpo fuera de la casa. Sus esfuerzos por liberarse fueron inútiles, sus brazos no llegaban empujar la madera y sus piernas no se podían elevar lo suficiente para sostener aquel peso y liberarse.

Varios minutos pasaron sin que nadie pasara ni siquiera cerca de la casa. Sus gritos de auxilio se ahogaban en la soledad de aquella playa. De pronto escucho un vehículo aproximarse a la casa y sonar el claxon al activar la alarma. Podía ser algún vecino o alguna de sus hijas que había ya llegado.

-Auxilio, auxilio, estoy atorada en la ventana ...! - Grito ella con cierta desesperación.

Pero no recibió respuesta alguna. Tal vez sus gritos no llegaban a oírse hasta la cochera.

-Auxilio, auxilioooo... - siguió gritando desesperada. Y luego oyó la cerradura de la casa girar y la puerta trasera abrirse ruidosamente.

No esperaba que nadie de su familia llegara tan temprano. De cualquier manera le tranquilizaba el hecho que estuviera alguien ahí para ayudarla.

-Quien llegó? Estoy aquí atorada en la ventana del cuarto. Ayúdame por favor - Dijo ella con cierta serenidad en la voz.

Pero la respuesta siguió sin llegar. Los chillidos de la madera de los escalones la empezaba a poner nerviosa. Los pasos del visitante se acercaban a sus habitación sin embargo ningún tipo de respuesta verbal había recibido de quien quiera que fuera.

-Quien eres? - dijo ahogadamente desde su incómoda posición completamente empinada con la mitad del cuerpo fuera de la ventana. Escucho la puerta de su cuarto abrirse con un ruidoso chillido y aún así el visitante no había emitido ni una sola palabra.

Su cuerpo completamente aprisionado por la pesada ventana se debatía por girar para poder ver quien había entrado en la habitación pero sus esfuerzos eran completamente inútiles. La gran ventana de madera no sólo le impedía el movimiento sino que también le impedía la visión puesto que no se había preocupado por activar el mecanismo para dejarla abierta.

Una fuerte mano se hundió a través de la delgada tela de su falda por en medio de sus nalgas y unos gordos dedos se posaban fuertemente en sus más íntimas partes. Un fuerte respingó tensó su cuerpo, estaba haciendo un gran esfuerzo por liberarse de aquella situación pero todo esfuerzo era infructífero.

-Eeeyyy, quien eres? Por quee me agarras las nalgaaass? -grito ella molesta pero nerviosa. - Vete, déjame en paz.

Fue entonces cuando sintió como aquel visitante la tomaba de la cintura y la envestía por sobre su vestido, y casi aventandola al precipicio. Sus pies apenas hacían contacto de puntas con el suelo, sus piernas estaba muy rígidas y su cuerpo se había curvado hacia arriba para mantener el equilibrio mientras apoyaba sus manos en la pared exterior.

-Para, para... -repetía ella ya con gran nerviosismo en su voz- deja de hacer eso. No se quien eres pero no me interesa sólo déjame en paz.

Sus piernas podían sentir el rozar de la gruesa tela de aquel pantalón y sus partes íntimas podían sentir el gran bulto que se aporreaba contra ella.

-Para por favor. Que haces?? - sus voz cada vez sonaba más a un chido. - No por favor.

En su desesperación metió las manos por la rendija de la venta para detener al individuo pero una nueva envestida la hizo de nuevo sujetarse al edificio por miedo a caer al precipicio.

-Te suplico que te detengas, para yaaa... - decía casi llorando.

Una súbita brisa paso rozando su entrepierna y le produjo un escalofrío que le dejo la piel chinita y sintió un enorme hueco en el estómago.Entonces sintió su falda elevarse muy por encima de sus caderas y dejar completamente expuestas sus delicadas panties. Tensó su cuerpo en un esfuerzo por mantener las piernas unidas

No por favor, no por favor- Su voz era cada vez más ahogada y débil, su cuerpo empezaba a responder al manoseo de aquel intruso.

La otra mano del visitante fue directamente a posarse por encima del delicado encaje blanco justo a la altura de su concha. Con dos firmes dedos fue masajeando sus gordos labios para que pudieran soltar su jugo.

-Por favor no hagas eso, te lo suplicooo... - Su voz era un ahogado llanto.

Habían pasado muchos meses desde la última vez que otra mano llegaba hasta su intimidad. Eran muchos meses desde que ella misma no llegaba hasta su intimidad. José Antonio habia sido un excelente esposo y padre, ademas de haber sido su unico amante. Su fuego interno se lo habia consumido el respeto y la monotonia.

Una corpulenta pierna se abrió paso entre las suyas y con bruscos movimientos las acomodó lo más separadas que pudo. Aquella posición la había dejado más vulnerable que nunca y aquel sentimiento de vulnerabilidad le llenaba el estómago de mariposas.

Sus delgadas y largas piernas habían ya perdido el equilibro, apenas con las puntas de los pies lograban sostener su posición vertical. La mayor parte de su fuerza la empleaba en su abdomen y vientre para así mantener su espalda rígida junto a la ventana.

Aquellas manos invasoras la tenían arrinconada, la oprimían, la angustiaban, la erizaban, la invadían, la excitaban. Los pesados y gruesos dedos de aquel visitante estaban decididos a exprimir hasta la última gota de humedad que podía ofrecer su concha.

Su lamentos eran cada vez más ahogados

- No por favor, no, noo, nooo....

La humedad había invadido por completo la blanca tela, los firmes dedos surcaban con gran fuerza el grueso pliegue que se formaba por debajo. El estómago se le arrugaba, las piernas le temblaban.

Poco a poco sus gemidos fueron cambiando.

-No, por favor... No.... Por favorrr.... Por favorrr..... Poooorrr faaaaavvooorrrr... Mmm ... Poorr faaaaavvooorrrr mmmmmm....

Sus manos se habían aferrado a la ventana, sus espalda formaba el arco aún más pronunciado, sus ojos se habían cerrado, sus caderas se movían, su cerebro se había apagado.

La intensidad de aquel manoseo había aumentado, al igual que el movimiento de sus caderas. Unas gotas de humedad ya chorreaban por sus largas piernas. Los húmedos dedos de aquel extraño se hundían casa vez más profundo, la empapada tela poca resistencia podía oponer.

Simple casualidad o agudo conocimiento, pero su cuerpo no podía estar mas conectado con el placer que sentía en cada movimiento, en cada caricia, en cada apretón que le propinaba aquel extraño. Era como si fueran años los que llevaran conociéndose en la intimidad. Era demasiado el tiempo que llevaba dormida su sexualidad, una indescriptible sensación de satisfacción llenaba su intimidad. Era una mujer diferente, era una mujer.

Sus gemidos se habían apoderado del vasto silencio que por ahí reinaba.

-Mmm, mmmmm, Mmm.... Ahh, aahh... Mmmm....

Ya no podía resistir más, su interior lo demandaba. Necesitaba sentirlo, sentirlo adentro. Quería más...

-Dameee maaasss, dammee maaaaassss.....

Sintió los dedos alejarse para sentir como las gruesas manos se metían por debajo de sus panties. Los dedos de encontraron justo en medio, apretaron con fuerza la delgada tela y con un fuerte tirón la desgarraron para dejarla completamente expuesta.

El inconfundible sonido metálico vino segundos antes de poder sentir un enorme instrumento masculino tocar a la puerta más íntima de su ser. Aún en la más vulnerable de las posiciones, tuvo un ultimo gesto con su agresor, estiró la punta de los pies para presentar una suculentas y redondas nalgas ofreciendo su húmedo fruto prohibido.

Ana Leticia Molina sintió una enorme glande atravesar las puertas de su vagina y llenándola como nunca antes la habían llenado. Su lubricada concha daba paso a la verga más gorda que había tenido dentro pero se deslizaba suave y lentamente hacia adentro para que sus piernas, abdomen y vulva se estremecieran de placer.

Mientras la gorda cabeza penetraba su intima cueva lentamente mientras una segunda masa de carne se debatía por atravesar sus labios vaginales.

-Aaahh, aahh, aahhh..... auuu... auuu...

Esa verga tenia el tronco aun más grueso que su propia glande. El esfuerzo de aquel extraño por introducirse completamente hacia que su piel se estirara fuera de lo común. Sus piernas temblaban por aquella sensación.

-Aaaaaahhhhh, aaaahhhh..aaaauuuuu, auuu....-se ahogaba un largo gemido en su garganta.

El placer se convertía en angustia y dolor. No podía aguantar mayor penetración. Un débil intento por alejarse de aquel hombre le dio una fracción de segundo para mitigar el dolor pero la respuesta fue contundente y feroz. La embestida de la enorme verga le había llenado su intimidad hasta alcanzar nuevas profundidades, el ardor en sus labios era casi insoportable.

-AAAAAAHHHH....- Era un verdadero grito de dolor. Ese monstruo la iba a destrozar.

-Aah, ahh, aahh, me duele... - logro articular...

El grueso y duro instrumento se retiraba lentamente solo para regresar con una nueva envestida y llenarla de nuevo de dolor y placer. Las siguientes penetraciones habían venido a un ritmo semilento y su concha recibía con mayor facilidad a su oponente.

El ritmo se fue acelerando y sus caderas y piernas pudieron moverse al mismo frenético ritmo que le pedía el intruso y su propio libido se fue acrecentando al sentir tanto contacto en el interior. De ves en cuando recibió unos ricos apretones de nalgas con movimientos hacia arriba y hacia afuera.

La excitación era demasiada, se sentía una verdadero objeto sexual. Podía sentir el libido de su desconocido amante descontrolado, su gruesa respiración y sus ahogados gemidos eran prueba inequívoca de la gran excitación que sentía al tomarla de aquella forma.

Su cerebro estaba completamente desconectado de su cuerpo, poco ya le importaba quien era aquel individuo. La humedad ya le chorreaba por el interior de su pierna. En un bravo intento por levanto su rodilla para trabarla con la apretura de la venta, movimiento que aprovecho su intenso amante para retener en el aire y así penetrarla mas rápido y profundo.

Sus movimientos eran demasiado estudiados, se entendían a la perfección. Sus respiraciones se aceleraron, sus gemidos se unieron. Una fuerte explosión de líquidos se presentó en ambos sexos. Un cálido mas de semen se mezclaba con los ríos de jugo intimo de Ana Leticia. Las piernas les temblaban. Su extraño amante la tomo por detrás cariñosamente y la sostuvo en un cálido abrazo. Por un momento se sintió en los brazos de su difunto esposo. Fue entonces cuando todo le hizo sentido. Se sintió completamente enfadada, estaba furiosa. Pero se sentía completa, se sentía deseada.

Lentamente, su querido violador rompió el abrazo para emprender la retirada.Estaban completamente sudados, corridos y pegajosos. Ella tenía las pantis destrozadas. Su espalda le empezaba a cobrar la cuenta de todos los minutos que había pasado encorvada.

De nuevo aquel sonido metálico sonó pero esta vez significaba todo lo contrario. Con una autoritaria voz dijo:

-José Carlos, antes que nada ayudame a salir de este esta ventana. Y más te vale que esta no sea la ultima vez que esto sucede.

Entonces una apenada y confusa voz provino de mas alla de la ventana:

-Discúlpame mamá, por supuesto que te voy ayudar. Y te aseguro que no será la ultima vez -Dijo José Carlos.

Pero lo que se había desencadenado aquella tarde sería el principio de muchas historias más.

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